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Mostrando las entradas de junio, 2024

El hijo prodigo y el angel de la muerte, capitulo 3.

 William y Ángel se hallaban en el interior de un enorme túnel, cuyas paredes de roca rugosa reflejaban la luz de las antorchas que colgaban de manera intermitente. El aire era frío y denso, impregnado con un olor metálico y terroso.  Mientras avanzaban, William no pudo evitar notar la cantidad de insectos muertos esparcidos por el suelo. Algunos eran pequeños y frágiles, mientras que otros eran criaturas más grandes con caparazones gruesos y extremidades afiladas. La visión era perturbadora, y un mal presentimiento se instaló en su mente. "¿Por qué hay tantos insectos muertos aquí?", preguntó William, su voz reflejando la inquietud que sentía. "¿Puede haber algún elemento tóxico?" Ángel, sin dejar de caminar, respondió con una calma inquietante: "Ese elemento tóxico es el filo de mi espada." William lo miró con incredulidad. "¿A qué te refieres?" "Yo los maté," dijo Ángel sin vacilar, su voz carente de cualquier rastro de emoción. Will

El angel de la muerte y el hijo prodigo, capitulo 2.

 William despertó en una cama rodeado por paredes metálicas que brillaban tenuemente bajo la luz de una lámpara en el techo. La sensación de firmeza y frialdad del colchón se mezclaba con el eco distante de algún sistema de ventilación. El aire tenía un olor a hierro y a limpieza estéril, tan diferente del polvo y el calor del desierto donde había caído inconsciente. Al girar la cabeza, vio un chico de ropajes oscuros acercándose. No debía tener más de quince años, y su estatura, apenas de 1.60 metros, hacía que se moviera con una agilidad sorprendente. Sus ropas, hechas de un material grueso y resistente, absorbían la luz, dándole un aire de misterio. En sus manos, el chico llevaba un cuenco humeante. El joven colocó el cuenco en una pequeña mesa junto a la cama y dijo con una voz suave pero firme: "Cómetelo, te hará bien". William, aún aturdido, tomó el cuenco. El aroma era reconfortante, una mezcla de especias suaves y algo que no pudo identificar. El calor del caldo se si

El hijo prodigo y el angel de la muerte, capitulo 1.

 En un futuro lejano, en un planeta árido y desolado, el sol abrasador teñía el cielo de un rojo sangriento. William, un joven de 18 años, caminaba lentamente por las tierras arenosas mientras observaba cómo la nave que lo había traído aquí se alejaba en el horizonte, convirtiéndose en un pequeño punto antes de desaparecer por completo. Sus pasos eran firmes pero prudentes, levantando pequeñas nubes de polvo que se mezclaban con el viento caliente y seco. La arena, fina y dorada, se adhería a sus botas y se infiltraba en cada pliegue de su ropa. William era alto y de complexión media, sin musculatura notable, pero su determinación se reflejaba en cada movimiento. Sentía el peso de su mochila, cargada con unas pocas provisiones, en sus hombros. El agua escaseaba y cada gota debía ser administrada con cuidado. El calor sofocante hacía que el sudor le resbalara por la frente, empapando su cabello oscuro que se pegaba a su piel. El viento, aunque ligero, era implacable, silbando con un ton

Planeta universo, capitulo 2.

 Cuando todos dormían, la princesa se deslizó fuera de su lecho, sus pies descalzos apenas haciendo ruido sobre el frío suelo de mármol. La luz de la luna se filtraba a través de las cortinas de seda, proyectando sombras suaves en las paredes. Con el corazón latiendo rápidamente en su pecho, se dirigió hacia una esquina de su aposento donde había escondido una pequeña mochila. Meticulosamente, había preparado todo con anticipación. Dentro de la mochila, había guardado provisiones suficientes para varios días: frutas secas, pan, una cantimplora de agua y algunos utensilios esenciales. Junto a ellos, una muda de ropa sencilla y un mapa estelar que había robado de la biblioteca real. Se echó la mochila al hombro y se dirigió silenciosamente hacia la puerta. El pasillo estaba en penumbra, apenas iluminado por las lámparas de aceite que colgaban de las paredes. Cada paso parecía resonar en el silencio de la noche, pero la princesa avanzaba con decisión. Sabía que no tenía mucho tiempo antes

Planeta universo, capitulo 1.

 En el futuro, mucho después del éxodo, un alienígena, a quien todos habían empezado a llamar el "Rey Toronjo" por su horrendo aspecto y poder, había logrado crear una ruta de puertas que conectaban todos los planetas de la galaxia. Estas rutas interplanetarias lo convirtieron en un empresario sin igual, dueño de tantos planetas como un emperador. El Rey Toronjo se hallaba en el interior de un palacio de mármol brillante en un planeta remoto, cuyo nombre se había perdido en los anales de la historia. Las paredes del palacio estaban adornadas con tapices vibrantes que narraban antiguas leyendas y héroes olvidados. El aire estaba impregnado de un aroma dulce y floral, una fragancia exótica que se deslizaba desde los jardines interiores. Fuera, se podían escuchar los murmullos de una fuente cristalina, cuyo gorgoteo ofrecía un fondo musical a la tensión palpable en la sala del trono. El Rey Toronjo, cuyo rostro estaba lleno de enormes protuberancias que se asemejaban a cráteres

La guerra, capitulo 5.

 Jesús Manso Smith se hallaba recorriendo los majestuosos pasillos del Palacio Imperial, maravillado por la opulencia que lo rodeaba. Los pisos de mármol relucían bajo la luz de los candelabros de cristal que colgaban del techo, proyectando destellos de colores por todas partes. Las paredes estaban adornadas con tapices intrincadamente bordados que representaban escenas de gloriosas batallas y triunfos del imperio. A lo lejos, se oía el susurro de fuentes decorativas y el suave murmullo de los cortesanos conversando en voz baja. Mientras caminaba, inhaló profundamente el aroma de flores frescas y especias exóticas que flotaba en el aire, transportado desde los jardines imperiales a través de ventanas abiertas. La mezcla de fragancias era embriagadora, un recordatorio constante del lujo y la elegancia del entorno en el que ahora vivía. En otra parte del palacio, su esposa se hallaba feliz compartiendo tiempo con su comadre. Reían y charlaban animadamente, sus voces resonando en los ampl

La guerra, capitulo 4.

 En la pequeña colonia de la flotilla en el planeta de los volcanes, el príncipe William había sido recibido. El aire era denso con el olor metálico de la inactividad volcánica. Dentro de una modesta habitación, William descansaba pacíficamente en una cuna improvisada. La luz débil de una lámpara alimentada por energía solar filtraba a través de las rendijas de las ventanas, creando sombras cambiantes en las paredes rugosas de piedra. El sonido sordo pero constante del río de lava cercano resonaba débilmente, como un latido lejano del planeta. Mientras tanto, en un bar de la colonia, Jesús Manso Smith disfrutaba de su reciente pago con un trago tras otro. El alcohol quemaba su garganta y embriagaba su mente, ofreciéndole un breve respiro de las tensiones de su vida como piloto errante. La atmósfera del bar era ruidosa y vibrante, llena de conversaciones en diversos idiomas alienígenas y el murmullo constante de la música de fondo, una mezcla ecléctica de ritmos galácticos. La cartera d

La guerra, capitulo 3.

 El General Solárium se hallaba en la sala de espera del hospital de la emperatriz, caminando de un lado a otro, incapaz de ocultar su nerviosismo. El eco de sus pasos resonaba en las paredes blancas y estériles, apenas mitigado por los pitidos rítmicos de los monitores médicos y el murmullo apagado del personal. El olor a desinfectante impregnaba el aire, agudizando su ansiedad. En su mente, se entrelazaban las preocupaciones por el inminente nacimiento de su nieto y el reciente fracaso de las negociaciones, que había llevado a una prácticamente declarada guerra. Las luces frías y brillantes de la sala de espera contrastaban con el peso oscuro de sus pensamientos. Miraba constantemente el reloj, cada segundo parecía eterno. Finalmente, un médico salió del quirófano con una sonrisa tranquilizadora. "General Solárium, puede pasar. La emperatriz y el bebé están bien." Con el corazón latiendo con fuerza, Solárium caminó rápidamente hacia la habitación de Galaxa. Al entrar, fue r

La guerra, capitulo 2.

 En la vasta cámara de audiencias en "Big African", la emperatriz Galaxa se mantenía erguida, su figura imponente iluminada por la suave luz azulada de los holoproyectores que flotaban en el aire. A su lado, el General Solárium observaba con semblante severo, su presencia imponente y su uniforme militar pulcro contrastaban con el palpable aire de tensión en la sala. El holograma del Canciller de Nueva Europa se materializó frente a ellos, un espectro etéreo de un hombre maduro. "Emperatriz galaxa," comenzó el Canciller, su voz resonando a través de la sala con una mezcla de firmeza y pesar. "La incursión en nuestra embajada y la ejecución del Embajador son acciones que no podemos ignorar. Esto es prácticamente una declaración de guerra." Galaxa mantuvo su mirada fija en el holograma, su mandíbula tensa mientras respondía con una voz fría pero cargada de furia contenida. "Nueva Europa es responsable de la muerte de un ministro. Sus acciones han desenca

La guerra, capitulo 1.

 En la vastedad del espacio, tras el éxodo que llevó a la humanidad a abandonar la Tierra, dos sociedades se alzaron como pilares en el universo conocido: el SSA, un imperio monárquico que dominaba ocho colosales planetas, y Nueva Europa, un diminuto mundo con una democracia vibrante y un avance tecnológico sin igual. En "Big African", la capital imperial del SSA, resonaban los ecos de la coronación de la única hija del difunto emperador. La ciudad elitista irradiaba grandiosidad pero también una sombra de una abismal desigualdad social,  La joven emperatriz, alta y delgada con piel pálida y cabello negro como la noche, se erguía en el centro de un salón ceremonial.  Mientras tanto, en Nueva Europa, un joven ministro de Big african (biggense), secretamente amante de la emperatriz, se encontraba inmerso en una acalorada discusión con un político uropense.  De repente, la disputa alcanzó un punto crítico. Las palabras se convirtieron en puñales verbales y las miradas envenenada

El enterrador: la gran batalla.

 Yosarian se hallaba en la mecedora improvisada, a la sombra de los altos árboles del planeta X. Era medianoche, y la oscuridad lo envolvía como un manto protector. A pesar de la calma superficial, cada fibra de su ser estaba alerta. Vestía su indumentaria militar completa: un uniforme negro y ajustado, diseñado para moverse con facilidad y ofrecer la máxima protección. Dos carrilleras en forma de X cruzaban desde su hombro hasta su torso, cargadas de municiones, listas para el combate. En su mano derecha, Yosarian sostenía firmemente su arma favorita, una Won Chester 2887, una bestia híbrida que combinaba el poder de un calibre 50 rotatorio con la capacidad devastadora de un lanzagranadas. En su mano izquierda, empuñaba un arma de menor calibre, perfecta para disparos rápidos y precisos. Su cinturón, repleto de granadas y cartuchos adicionales, también llevaba un cuchillo de combate que casi parecía una espada, tan afilado y mortífero como él. Los binoculares infrarrojos colgaban alre

El enterrador, capitulo 8.

 La cantina espacial zumbaba con el murmullo de voces y risas, interrumpido ocasionalmente por el estruendo de una nave despegando en el puerto cercano. La luz tenue y parpadeante del local creaba un ambiente de misterio y camaradería entre los clientes, hasta que la puerta se abrió de golpe. Entró un ser humanoide encapuchado, cuyo rostro estaba completamente oculto en las sombras. Las mangas de su capa se balanceaban mientras caminaba, revelando brevemente la presencia de guadañas afiladas que emergían de sus brazos. El ambiente en la cantina cambió instantáneamente; las conversaciones cesaron y todos los ojos se volvieron hacia el recién llegado. Una sensación de peligro palpable llenaba el aire. El humanoide avanzó sin prisa hacia la barra, sus pasos resonando en el suelo metálico. Al llegar frente al cantinero, quien era conocido por su conocimiento sobre todos los fugitivos del sistema solar, el ser habló con una voz baja y amenazante. "¿Dónde está Yosarian Porta Millenium?&

El enterrador, capitulo 7.

 Yosarian se encontraba cayendo a través del cielo en su cápsula de escape, el rugido de los motores defectuosos mezclándose con el silbido del viento exterior. Cada sacudida de la cápsula le provocaba punzadas de dolor en su pie dislocado y su brazo roto. La sangre goteaba desde una herida en su frente, cayendo en gotas espesas sobre sus cejas y nublando su visión. Se aferró a los controles, intentando estabilizar la cápsula mientras el bosque de abajo se acercaba rápidamente. Con un estruendo ensordecedor, la cápsula rompió a través del dosel de árboles, ramas y hojas arañando violentamente la estructura metálica. Finalmente, con un golpe que le sacudió hasta los huesos, la cápsula se estrelló en el suelo, lanzándolo hacia adelante contra el panel de control. El aire se llenó de polvo y el olor acre de metal quemado. Yosarian, jadeando por el esfuerzo y el dolor, se arrastró fuera de la cápsula. El aire fresco de la noche lo envolvió, un alivio momentáneo para su piel abrasada por el

El enterrador, capitulo 6.

 La cantina espacial zumbaba con actividad mientras Yosarian y Hack se sentaban en la barra, sumergidos en su propia conversación. Hack disfrutaba de un refrescante jugo de manzana, mientras Yosarian optaba por algo más fuerte: un vaso de alcohol que brillaba con un tono ámbar a la luz tenue del local. El ambiente estaba lleno de murmullos y risas, interrumpido solo por el ocasional estruendo de una nave que despegaba en el puerto cercano. Pero de repente, la puerta de la cantina se abrió de golpe, y un hombre visiblemente ebrio tropezó hacia la barra, lanzando miradas erráticas a su alrededor. "¡Hey! ¡Tú!" exclamó el hombre, señalando a Yosarian con un dedo tambaleante. "¡Te reconozco! Eres... eres el enterrador, ¿verdad?" Yosarian asintió con calma, aunque una sombra de disgusto cruzó su rostro. "Así es, me llaman así, maldito vídeo ya tiene cincuenta millones de vistas" "En realidad, fueron cincuenta y seis millones," corrigió hack, con una no

El enterrador, capitulo 5.

 Hack se despertó temprano esa mañana, el aroma del desayuno que solía preparar ya no estaba presente en el aire. Con un bostezo, se levantó de su litera, estirando los brazos por encima de su cabeza para aliviar la tensión en sus músculos. Al salir de su habitación, el aire fresco y ligeramente metálico de la nave le recibió, junto con el suave zumbido de los motores en el fondo. A medida que se acercaba a la sala, notó un sonido inusual, como un leve crujido, acompañado de movimientos diminutos y constantes. Al entrar a la sala, se detuvo en seco. Ante él se encontraba un espectáculo inesperado: cientos de pequeñísimas criaturas, del tamaño de un frijol, cubrían el suelo de la sala. Sus cuerpos brillaban con un leve tono verde bajo la luz artificial de la nave, moviéndose con un ritmo pulsante y coordinado. Hack sintió un escalofrío recorrer su espalda, el ruido de sus pequeños cuerpos rozando entre sí creaba un sonido casi hipnótico y perturbador al mismo tiempo. Sin poder conteners