Planeta universo, capitulo 2.

 Cuando todos dormían, la princesa se deslizó fuera de su lecho, sus pies descalzos apenas haciendo ruido sobre el frío suelo de mármol. La luz de la luna se filtraba a través de las cortinas de seda, proyectando sombras suaves en las paredes. Con el corazón latiendo rápidamente en su pecho, se dirigió hacia una esquina de su aposento donde había escondido una pequeña mochila.


Meticulosamente, había preparado todo con anticipación. Dentro de la mochila, había guardado provisiones suficientes para varios días: frutas secas, pan, una cantimplora de agua y algunos utensilios esenciales. Junto a ellos, una muda de ropa sencilla y un mapa estelar que había robado de la biblioteca real. Se echó la mochila al hombro y se dirigió silenciosamente hacia la puerta.


El pasillo estaba en penumbra, apenas iluminado por las lámparas de aceite que colgaban de las paredes. Cada paso parecía resonar en el silencio de la noche, pero la princesa avanzaba con decisión. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que alguien notara su ausencia.


Al llegar a la sala de armas, empujó con cuidado la pesada puerta de roble. El aroma metálico de las espadas y escudos la envolvió, mezclándose con el olor a cuero de las armaduras. Tomó una daga y la escondió bajo su capa, sintiendo el peso tranquilizador contra su cadera. Con un último vistazo, salió y se dirigió al hangar donde se encontraban las naves espaciales.


El hangar era una vasta estructura de acero y vidrio, con el techo abierto al cielo estrellado. Las naves descansaban en sus plataformas, sombras oscuras contra la débil luz de la luna. La princesa se movió con rapidez, el aire fresco de la noche llenando sus pulmones. Sus ojos azules escudriñaron la penumbra, buscando la nave que había decidido tomar.


Finalmente, la vio: una nave ligera pero veloz, perfecta para su huida. Con dedos temblorosos, manipuló el panel de control, recordando las lecciones que había recibido en secreto de un piloto leal a su padre. La puerta de la nave se abrió con un leve siseo, y la princesa se introdujo en la cabina. El olor a metal y plástico nuevo la envolvió mientras se sentaba frente al panel de mandos.


Encendió los sistemas, y un zumbido bajo resonó a través de la nave. Las luces del tablero se encendieron, iluminando su rostro con un brillo verde y azul. Con manos expertas, ajustó las coordenadas hacia el planeta M, donde sabía que Nebula, la única que podría conocer el origen de la llave, residía. El motor rugió suavemente al iniciar el despegue, y la nave se elevó lentamente, dejando el suelo del hangar.


El viento de la noche agitó su cabello cuando la nave salió al espacio abierto. Las estrellas, innumerables y centelleantes, se extendían ante ella como un mar de luces. La princesa exhaló un suspiro de alivio al sentir la nave ganar velocidad, alejándose rápidamente del planeta de su padre.


Mientras la nave se deslizaba por el vacío del espacio, la princesa sintió una mezcla de miedo y determinación. El aroma de las provisiones se mezclaba con el aire reciclado de la cabina, recordándole la fragilidad de su misión. Se envolvió en su capa, sus ojos fijos en el mapa estelar que mostraba su destino.


La vastedad del espacio la rodeaba, pero no se sentía sola. En su corazón, la esperanza brillaba con una luz propia, guiándola hacia Nebula y el misterioso secreto de la llave. La princesa sabía que este viaje era solo el comienzo de su verdadera aventura.

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