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Mostrando las entradas de abril, 2024

El gran ingeniero, capitulo 14.

 En la aldea Yanta, la expectación llenaba el aire mientras el sol del atardecer pintaba el cielo con tonos dorados y naranjas. Los miembros de la tribu se congregaban en el centro de la aldea, ansiosos por recibir al héroe que había llegado a cambiar el curso de su historia.  Victor, montado en la espalda de Yet, se destacaba entre la multitud con su presencia.La aldea resonaba con el sonido de los tambores y los cánticos ceremoniales, creando una atmósfera de anticipación y emoción. El aroma de las hogueras llenaba el aire, mezclado con el olor dulce de las flores silvestres que crecían alrededor de la aldea. comenzó la ceremonia de bienvenida. Los miembros de la tribu bailaban al ritmo de los tambores, moviéndose con gracia y elegancia bajo el cielo estrellado. Las risas y los cánticos llenaban el aire, creando una sensación de alegría y camaradería. Mientras la aldea Yanta vibraba con la celebración y la alegría, la atención de Victor se desvió hacia una de las chozas cercanas. All

El gran ingeniero, capitulo 13.

 El jefe Manta, una figura imponente de piel oscura marcada por cicatrices intrincadas, se erguía con orgullo. Vestía una capa de plumas multicolores que se balanceaba con gracia con cada movimiento. Sus ojos profundos reflejaban una sabiduría ancestral, y su presencia magnética llenaba la choza con una aura de autoridad. A su lado, el jefe Nuca, exudaba una calma serena y una determinación firme. Vestido con una túnica adornada con motivos tribales. A su lado, el jefe de los yantas escuchaba con atención, su semblante reflejaba la seriedad del momento. Vestido con una túnica de tonos azules y verdes que evocaban los colores del mar, el jefe de los yantas emanaba una sensación de calma y confianza en sí mismo. Su cabello oscuro caía en mechones alrededor de su rostro, acentuando su apariencia. Victor: yet, Recuerdas la caja que te mencioné antes de llegar a América, la que dije que nos ayudaría a conseguir oro? Yet: Sí, claro que la recuerdo. Victor: Usaré eso. Horas después: El labora

El gran ingeniero, capitulo 12.

 El salón del trono del gran emperador de los tincas estaba adornado con piedra en tonos grises que colgaban de las paredes, creando una atmósfera de opulencia y poder. En el centro de la sala, sobre un trono tallado en madera de ébano y decorado con incrustaciones de oro, se encontraba el emperador. El emperador era un hombre de mediana edad con una expresión severa y autoritaria. Su rostro estaba marcado por años de liderazgo y batallas, con líneas profundas que hablaban de la dureza de su reinado.  Vestido con una túnica bordada con hilo de oro, el emperador emanaba una aura de poder y dominio. En su mano derecha sostenía un cetro de oro macizo, símbolo de su autoridad suprema sobre su pueblo. Frente al trono, el comandante tinca y el soldado restante se arrodillaron en señal de sumisión. El comandante, con su armadura ornamentada y su semblante imperturbable, mantenía la compostura incluso en esta situación de extrema tensión.  El soldado restante, visiblemente nervioso y agotado p

El gran ingeniero, capitulo 11.

 La tropa de soldados tincas avanzaba con paso firme a través de la densa selva, guiados por su imponente comandante. Este líder destacaba entre sus hombres no solo por su estatura y porte, sino también por su armadura ornamentada y su semblante imperturbable. El comandante llevaba una armadura de cuero oscuro, reforzada con placas de madera, mostrando su estatus y autoridad entre sus seguidores. El rostro del comandante era una máscara de determinación y experiencia. Su mirada era fría y calculadora, con ojos oscuros que escudriñaban el entorno en busca de cualquier indicio de peligro. Cicatrices marcaban su piel curtida por el sol y la batalla, testigos de numerosos enfrentamientos y victorias pasadas.  Mientras la tropa avanzaba, el comandante mantenía una postura erguida y segura, un líder nato acostumbrado a dirigir a sus hombres en las condiciones más adversas. Cada paso que daba resonaba en el suelo de la selva, marcando el ritmo de su avance inexorable hacia el objetivo: el úni

El gran ingeniero, capitulo 10.

 El consejo se reunió en la gran choza de la aldea, un espacio circular con paredes de madera trenzada y un techo alto que permitía la entrada de luz natural. En el centro, una fogata crepitaba, llenando el aire con el aroma ahumado de la madera de palma. Yet se encontraba al lado de Victor, quien miraba a su alrededor con curiosidad, mientras el jefe de los nucas, un hombre mayor de mirada sabia y cabello canoso, se sentaba en el extremo opuesto de la fogata. Inti, la hija del jefe, ocupaba un lugar cercano, su rostro aún mostraba signos de preocupación por el incidente con los tincas. Los otros miembros del consejo eran hombres y mujeres de diversas edades, con rostros curtidos por el sol y músculos marcados por años de trabajo en la selva. Vestían túnicas de colores terrosos adornadas con plumas y cuentas, cada una contando una historia única de sus vidas. Algunos llevaban collares hechos con dientes de animales, símbolos de valentía y conexión con la naturaleza. Miembro de la Tribu

El gran ingeniero, capitulo 9.

 En el laboratorio dentro de la montaña, Victor se encontraba absorto frente al misterioso artefacto. La habitación estaba bañada en una penumbra suave, con solo la luz tenue de unas lámparas colgantes que resaltaban el brillo metálico del aparato. El aire estaba fresco y cargado con un leve aroma a tierra húmeda y minerales, propio de las profundidades de la montaña. El artefacto se erguía majestuoso en el centro del laboratorio, ocupando buena parte del espacio con sus dimensiones imponentes. Un metro cúbico de pura enigmática. Su forma era perfectamente cuadrada, con bordes nítidos y angulares que reflejaban la luz de manera difusa. El color metálico dominaba su apariencia, aunque no era un metal reconocible para Victor. La superficie parecía pulida y lisa, sin señales de oxidación ni deterioro, como si acabara de emerger de un tiempo olvidado. Las luces parpadeantes, situadas en cada una de las esquinas del aparato, eran el punto focal de su intriga. Destellaban en secuencias irreg

El gran ingeniero, capitulo 8.

 La tribu de los nucas celebraba con júbilo la noche del nombramiento de Victor como nuevo chamán mayor. La aldea resplandecía con luces de antorchas y hogueras que iluminaban los rostros sonrientes de los miembros de la comunidad. El aroma ahumado de la carne asada llenaba el aire, mezclado con la fragancia de hierbas aromáticas que se esparcían desde el fogón central donde un enorme tapir, cazado para la ocasión, estaba siendo cocinado lentamente. Victor, rodeado por los nucas que lo aclamaban, se sumergía en la alegría del momento. Sin embargo, su mente inquisitiva seguía intrigada por el extraño aparato mecánico que había avistado cerca de una de las chozas. Mientras disfrutaba de la celebración, planeaba discretamente estudiar aquel artefacto desconocido que brillaba entre la penumbra de la noche. Yet, que se hallaba junto a Víctor, tenía la mirada fija en la hija del jefe, Inti, la misma mujer a la que Victor había curado. Yet la observaba con ojos llenos de admiración y gratitud

Operación medusa, capitulo 22.

 Juan Sánchez y Ho-Ming se encontraban en los dos extremos del ring, los focos brillaban intensamente sobre ellos, resaltando sus musculosos cuerpos cubiertos de sudor. El ruido atronador de los espectadores vitoreando llenaba el ambiente, creando una atmósfera eléctrica de anticipación. Desde las gradas llegaban olas de gritos y aplausos, mezcladas con el zumbido constante de cámaras capturando cada movimiento. Con el campo de fuerza activado, Juan y Ho-Ming avanzaron hacia el centro del ring. Sus miradas se cruzaron en un chisporroteo desafiante. El aire vibraba con la energía concentrada de ambos contendientes. Los músculos tensos de Juan se reflejaban en la luz, su expresión determinada mientras caminaba con paso firme hacia su oponente. Ho-Ming, sereno y concentrado, mostraba una calma que contrastaba con la intensidad del momento. Finalmente, Juan y Ho-Ming estaban frente a frente. El brillo de determinación en sus ojos chispeaba como el acero. Podían sentir el calor emanando del

Operación medusa, capitulo 21.

 El estadio vibraba con la energía de los espectadores, cuyos vítores resonaban en un estruendo atronador. Las gradas, abarrotadas hasta el último asiento, temblaban con la emoción contenida de miles de seguidores. En un extremo del brillante ring, iluminado por un resplandor de focos, estaba Juan Sánchez. En el extremo opuesto del cuadrilátero, destacando como una figura mitológica, estaba el superhumano israelí. Alto y atlético, su presencia era imponente. Su cabello oscuro estaba recortado al estilo militar, lo que enfatizaba su mandíbula cuadrada y su expresión impasible. La piel bronceada exhibía cicatrices sutiles pero reveladoras de un pasado lleno de desafíos. Sus ojos, de un azul penetrante, parecían analizar cada detalle del entorno con una precisión quirúrgica. El israelí, conocido como Uriel, era mucho más que un mero atleta. Había sido un soldado de élite, cuyos reflejos y habilidades habían sido refinados por tecnología de punta para tener reflejos sobrehumanos. El rugido

Operación medusa, capitulo 20.

 El estadio vibraba con la emoción de la multitud reunida. Cada asiento estaba ocupado; un mar de rostros entusiasmados y banderas ondeantes llenaban las gradas. En el centro del ring, bajo una luz brillante, se encontraban dos figuras imponentes en extremos opuestos: Juan Sánchez, el favorito local con su garra latinoamericana, y el formidable súper surcoreano, conocido por su dominio en el taekwondo. El surcoreano, de nombre Kim Jin-Soo, se destacaba incluso entre los atletas de élite. Con una estatura de un metro con ochenta centímetros y una complexión musculosa, llevaba puesto un dobok blanco nítido que resaltaba su aura de confianza. Su cabello negro azabache estaba recogido en una coleta, revelando un rostro sereno pero decidido. Los ojos oscuros y penetrantes mostraban la concentración de un maestro en su arte marcial. El súper surcoreano no solo era un campeón de taekwondo; era una leyenda viviente. Había crecido en los dojos desde una edad temprana, perfeccionando cada técnic

Operación medusa, capitulo 19.

 El estadio estaba colmado de espectadores, susurros y clamores llenaban el aire cargado de emoción. Juan Sánchez, un luchador mexicano de mirada decidida, se hallaba en un extremo del ring.  En el lado opuesto, el superhumano indio se erguía con una postura imponente. Su complexión atlética estaba envuelta en una bata sencilla, resaltando su origen humilde. No llevaba marcas de modificaciones genéticas ni tecnológicas. En cambio, su expresión reflejaba una determinación sin igual. Juan, que había enfrentado a muchos superhumanos en el pasado, reconoció de inmediato que su oponente era un hombre ordinario, un luchador humano sin mejoras igual que él. El campo de fuerza brilló, rodeando el ring con destellos azulados. La multitud rugió, anticipando el enfrentamiento entre el luchador ordinario y el extraordinario. El estadio reverberaba con la energía de miles de corazones palpitantes. Juan se adelantó, su respiración agitada mezclándose con el zumbido eléctrico del campo de fuerza. Cad

Operación medusa, capitulo 18.

 La familia de Juan se encontraba bajo el sol abrasador de la tarde, trabajando en las tierras áridas de San Benito el Alto para construir un pozo de agua.  El presidente municipal con la experiencia marcada en su rostro curtido por el sol, supervisaba la labor. Había sido minero en sus años más jóvenes, pero se retiró después de que su hermano sufriera una muerte pulmonar debido a los peligros de la mina.  Finalmente, un brillo de agua reflejó la luz del atardecer desde el fondo del pozo. Los rostros cansados se iluminaron con sonrisas de triunfo y alivio cuando el líquido vital llenó lentamente el agujero recién creado. Simultáneamente: El estadio en Rusia estaba lleno hasta los límites, con miles de espectadores entusiasmados ocupando las gradas. La atmósfera vibraba con emoción y anticipación, mezclada con el bullicio y los cánticos de los aficionados. En la parte baja, en los dos extremos del ring, se encontraban Ho-Ming, el formidable superhumano chino, y Walter Frank, el imponen

Operación medusa, capitulo 17.

El estadio rebosaba de energía, con miles de espectadores entusiasmados llenando las gradas. La atmósfera estaba cargada de emoción y anticipación, vibrando con el bullicio y los cánticos de los aficionados. En la parte baja, en los dos extremos del ring, se encontraban Juan Sánchez, el valiente luchador mexicano, y el formidable superhumano italiano. Al otro lado del ring, el superhumano italiano era una figura impresionante. Alto y musculoso, tenía una complexión imponente que hablaba de años dedicados al entrenamiento riguroso. Su cabello oscuro estaba cortado al estilo militar, y su mandíbula cuadrada añadía una intensidad adicional a su expresión. Vestía unos pantalones cortos de boxeo rojos y una bata blanca con el emblema italiano bordado en el pecho. La historia del superhumano italiano era conocida en todo el mundo del boxeo. Había sido un campeón indiscutible en su país, dominando el ring con habilidades inigualables. fue sometido a un tratamiento experimental que le otorgó p

Operación medusa, capitulo 16.

 Martin y Juan se hallaban en el mismo hotel en el que se habían presentado el año pasado, justo frente al mismo recepcionista de aquella ocasión. Martin lo miraba con enojo, recordando claramente el trato despectivo que habían recibido durante su última estadía. El recepcionista, un hombre de mediana edad con una expresión impasible, los observó con curiosidad mientras tecleaba en su computadora. El ambiente en el vestíbulo del hotel era sofocante, lleno del murmullo constante de voces y el zumbido de la iluminación tenue. El aire estaba impregnado con un aroma a limpiadores industriales y perfume de ambiente, una mezcla artificial que apenas lograba ocultar el olor subyacente a humedad y polvo. El recepcionista levantó la mirada de la pantalla y dirigió una sonrisa falsa hacia Martin y Juan. "Bienvenidos, háganme el favor de decirme sus nombres" "Juan Sánchez y Martin Rodríguez"-responde Martin. El subcampeón Juan Sánchez?"-pregunta el recepcionista. Si, no n

Operación medusa, capitulo 15.

 Juan y Martin se encontraban a bordo de un lujoso avión privado, rumbo a un destino desconocido. Los asientos en los que se hallaban estaban separados por varios metros, lo que permitía a cada uno tener su espacio y privacidad durante el vuelo. Juan, instalado en un asiento junto a la ventana, devoraba grandes trozos de comida con voracidad, como si no hubiera comido en días.  El platillo frente a Juan era una obra maestra culinaria: filetes jugosos con salsa de champiñones, acompañados de papas doradas y verduras al vapor. Cada bocado era seguido de gestos de satisfacción, mientras saboreaba los sabores intensos que llenaban su paladar. El sonido de los cubiertos chocando contra el plato resonaba en la cabina, mezclado con el suave murmullo de la tripulación y el zumbido constante del avión. Mientras tanto, Martin estaba sentado en un asiento más alejado, observando la escena con una serenidad tranquila. Conocía a Juan lo suficiente como para saber que su amigo tenía un apetito voraz

Operación medusa, capitulo 14.

 Juan se hallaba en el árido desierto de Sonora, enfrentándose a un enorme puma. La bestia se erguía con elegancia salvaje, sus músculos tensos y su pelaje dorado brillando bajo el sol despiadado del mediodía. Sus ojos, de un amarillo intenso y penetrante, reflejaban una mezcla de curiosidad y agresividad contenida. Cada movimiento del puma era ágil y calculado, como si estuviera evaluando a su oponente humano. El garrote en la mano derecha de Juan contrastaba con la gracia felina del puma. El arma era una masa de madera robusta, casi del tamaño de Juan, cuyas marcas y rasguños hablaban de numerosos encuentros con criaturas igualmente formidables. Juan lo sostenía con firmeza, sus nudillos blanqueando ligeramente bajo la presión. El rostro de Juan estaba marcado por la determinación y una chispa de nostalgia. Sus facciones, curtidas por el sol y las batallas pasadas, ahora reflejaban un cansancio emocional. No había necesidad real para que Juan luchara con estas bestias; su familia viv