Operación medusa, capitulo 14.

 Juan se hallaba en el árido desierto de Sonora, enfrentándose a un enorme puma. La bestia se erguía con elegancia salvaje, sus músculos tensos y su pelaje dorado brillando bajo el sol despiadado del mediodía. Sus ojos, de un amarillo intenso y penetrante, reflejaban una mezcla de curiosidad y agresividad contenida. Cada movimiento del puma era ágil y calculado, como si estuviera evaluando a su oponente humano.


El garrote en la mano derecha de Juan contrastaba con la gracia felina del puma. El arma era una masa de madera robusta, casi del tamaño de Juan, cuyas marcas y rasguños hablaban de numerosos encuentros con criaturas igualmente formidables. Juan lo sostenía con firmeza, sus nudillos blanqueando ligeramente bajo la presión.


El rostro de Juan estaba marcado por la determinación y una chispa de nostalgia. Sus facciones, curtidas por el sol y las batallas pasadas, ahora reflejaban un cansancio emocional. No había necesidad real para que Juan luchara con estas bestias; su familia vivía cómodamente gracias a sus tierras y ganados. Pero la emoción de la lucha se había convertido en una sombra que oscurecía sus días.


El viento del desierto traía consigo el aroma seco y picante de la tierra y los cactus. El calor abrasador envolvía a Juan, haciendo que cada respiración fuera un desafío. El silencio del desierto era interrumpido solo por el susurro del viento entre las espinas y el suave crujido de la arena bajo sus pies.


El puma, por su parte, emitía un gruñido bajo, una advertencia apenas audible que vibraba en el aire cargado. Las garras del animal estaban parcialmente ocultas en su pelaje, pero Juan sabía que eran afiladas como cuchillas.


En un momento, el puma se lanzó hacia adelante con un rugido estruendoso, sus músculos poderosos propulsándolo con una ferocidad impresionante. Juan observó con ojos cansados cómo el puma se abalanzaba hacia él, sus músculos tensos y sus colmillos al descubierto. En un instante, Juan esquivó el ataque con destreza, moviéndose lateralmente mientras sostenía el garrote con firmeza en sus manos callosas. 

El puma giró rápidamente para enfrentarse de nuevo a Juan, sus ojos amarillos brillando con intensidad mientras preparaba otro embate. En un instante, Juan vio su oportunidad y golpeó con fuerza. El garrote se estrelló contra la cabeza del puma con un impacto brutal y sordo, haciendo eco en el silencio del desierto.


Bajo el sol abrasador del mediodía, Juan miró al puma inconsciente con una sensación de desencanto. Aunque había logrado vencer a la bestia, la emoción que solía sentir en la lucha ahora se había desvanecido. No era lo mismo que enfrentarse a humanos en el ring, con sus complejidades y desafíos únicos.


El viento susurraba entre las espinas y cactus cercanos, llevando consigo el olor seco y áspero del desierto. Juan cerró los ojos por un momento, tratando de encontrar la paz interior que había perdido. El calor del sol se sentía opresivo sobre su piel sudorosa, pero no lograba calentar su espíritu.


El silencio se apoderó del lugar, solo interrumpido por el ligero crujido de las pisadas de Juan sobre la arena. El puma yacía inmóvil, una sombra de su ferocidad anterior. Juan bajó el garrote y se alejó lentamente, su mente absorta en pensamientos melancólicos.


A lo lejos, un ave rapaz planeaba en círculos sobre el paisaje desolado, buscando presas entre la vida austera del desierto. El sonido lejano de su graznido se desvaneció en el horizonte, sumergiendo a Juan en un silencio introspectivo.


La sensación de vacío persistió en el corazón de Juan mientras se alejaba del lugar del encuentro. Había vencido al puma, pero el desafío no había sido suficiente para llenar el vacío que sentía desde que su vida había perdido la pasión de los días de lucha.

Días después:

Juan se encontraba sentado junto a un solitario huizache, su mirada perdida en el horizonte que se extendía interminable ante sus ojos. El desierto a su alrededor parecía estar suspendido en un silencio solemne, solo interrumpido por el susurro ocasional del viento entre las espinas y el crujido de la arena bajo sus pies.


El sol del mediodía ardía implacable sobre su piel, dejando una sensación de calor abrasador en su rostro curtido por el sol. El aroma áspero del desierto llenaba el aire, mezclado con el ligero perfume dulce del huizache que se mecía suavemente con la brisa.


Frente a él, apareció Martin, su amigo, con una expresión determinada en el rostro. La figura de Martin se recortaba contra el cielo azul claro, su cabello oscuro agitándose ligeramente con la brisa del desierto. 


"Juan", dijo Martin, su voz resonando con determinación en el silencio del desierto, "necesito hablar contigo".


Juan levantó la mirada hacia su amigo, una mezcla de sorpresa y apatía en sus ojos oscuros. "¿Qué pasar?", respondió con voz cansada.


Martin se acercó y se sentó a su lado bajo la sombra del huizache, su presencia trayendo consigo una energía inesperada al entorno taciturno. "He estado pensando", comenzó Martin, "habrá un nuevo torneo"

El viento susurraba entre las hojas del huizache, llevando consigo un murmullo suave que parecía acariciar la conversación. Juan se quedó en silencio por un momento, contemplando las palabras de Martin. Una sensación de nostalgia y anhelo comenzó a agitarse en lo más profundo de su ser.


"Martin...", comenzó Juan, su voz cargada de emoción contenida, "no saber si ser bueno, no querer pasar lo mismo"


Martin asintió con comprensión, pero su determinación no vaciló. "Entiendo, Juan. Pero no será lo mismo, eres un héroe ahora, nos darán todo lo que pidamos. Incluso un avión privado"

Juan bajó la mirada hacia la arena a sus pies, sintiendo el peso de la indecisión en sus hombros. El sol seguía brillando implacable sobre ellos, pintando el paisaje con tonos dorados y cálidos.


Que ser "avión privado?"-preguntó juan.

Un avión para nosotros solos-respondió Martin.

Eso gustarme-aseveró Juan.

Un día después:

Juan y Mamá Grande se encontraban sentados en el desierto, uno frente al otro, rodeados por la vastedad del paisaje árido y tranquilo. El sol del atardecer pintaba el horizonte con tonos dorados y naranjas, creando un espectáculo celestial mientras descendía lentamente hacia el horizonte. 

Juan, con una expresión seria y determinada en su rostro, buscaba las palabras adecuadas para compartir su dilema con Mamá Grande. Se sentía abrumado por la importancia de su decisión y buscaba la guía y el consejo de la mujer que siempre había sido un pilar de sabiduría en su vida.

Mamá Grande", comenzó Juan, su voz resonando en el aire tranquilo, "haber nuevo torneo".

Mamá Grande: entiendo Juan, te he visto decaído últimamente. ¿Qué te preocupa, mijo?


Juan: Mamá Grande, yo perder algo. Días pasar sin fuerza, sin energía.


Mamá Grande: Entiendo. Tal vez este nuevo torneo te ayude.

Juan: temer separarme de tierra.

Mamá Grande: Sabes, si el torneo es igual que el anterior, tal vez esa mujer a la que tanto admiras vuelva a participar.

Juan reflexionó, tal idea no había pasado todavía por su cabeza, Juan finalmente se decidió.

En Rusia, una severa irritación comenzaba a extenderse debido a la campaña lanzada desde Estados Unidos para cuestionar la victoria de Viazanovska en el torneo. Las redes sociales, los medios de comunicación y los círculos políticos se encendieron con debates acalorados sobre la integridad del evento y las implicaciones de género en los resultados.


Desde las oficinas gubernamentales hasta las salas de estar de las familias rusas, la discusión se intensificaba cada día. Estados Unidos había planteado la hipótesis de que Juan, al ser un hombre, podría haber permitido que Mariana Viazanovska ganara el torneo deliberadamente por ser mujer, insinuando que su victoria no era completamente legítima.


Esta teoría incendiaria fue recibida con indignación y enojo por parte de los seguidores de Viazanovska y los ciudadanos rusos en general. Mariana, conocida por su fuerza y habilidades formidables, era una figura de orgullo nacional en Rusia.


En las redes sociales, los partidarios de Viazanovska inundaron las plataformas con mensajes de apoyo y defensa de su campeona. Los memes, las declaraciones de políticos prominentes y las discusiones entre expertos llenaron los medios digitales, todos expresando rechazo hacia las afirmaciones estadounidenses.

En las reuniones del gobierno ruso, las discusiones sobre la campaña estadounidense ocuparon un lugar destacado en la agenda política. Los líderes rusos condenaron públicamente las acusaciones como una táctica deshonesta para socavar los logros deportivos y desestabilizar las relaciones internacionales.

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