El gran ingeniero, capitulo 12.

 El salón del trono del gran emperador de los tincas estaba adornado con piedra en tonos grises que colgaban de las paredes, creando una atmósfera de opulencia y poder. En el centro de la sala, sobre un trono tallado en madera de ébano y decorado con incrustaciones de oro, se encontraba el emperador.

El emperador era un hombre de mediana edad con una expresión severa y autoritaria. Su rostro estaba marcado por años de liderazgo y batallas, con líneas profundas que hablaban de la dureza de su reinado. 

Vestido con una túnica bordada con hilo de oro, el emperador emanaba una aura de poder y dominio. En su mano derecha sostenía un cetro de oro macizo, símbolo de su autoridad suprema sobre su pueblo.


Frente al trono, el comandante tinca y el soldado restante se arrodillaron en señal de sumisión. El comandante, con su armadura ornamentada y su semblante imperturbable, mantenía la compostura incluso en esta situación de extrema tensión. 

El soldado restante, visiblemente nervioso y agotado por la batalla reciente, se mantenía a su lado, con la cabeza gacha y los ojos fijos en el suelo. Su armadura estaba abollada y manchada de sangre, un recordatorio sombrío de los horrores que habían presenciado en la batalla contra los nucas.


El emperador observó a los dos hombres con una mirada fría y calculadora, evaluando su desempeño en la batalla con un ojo crítico. Sabía que la derrota ante los nucas era inaceptable, y esperaba una explicación convincente por parte de sus subordinados.


"Comandante, ¿qué tienes que decir en tu defensa?" preguntó el emperador, su voz resonando en el salón con autoridad.


El comandante tinca se puso de pie con orgullo, manteniendo la mirada firme en el emperador a pesar de la gravedad de la situación. "Mi señor, hicimos todo lo que estuvo en nuestro poder para derrotar a los nucas. Sin embargo, el hijo del dios está de su lado"


El emperador escuchó atentamente las palabras del comandante, su rostro impasible revelando poco de sus pensamientos internos. Después de un momento de silencio, levantó una ceja en señal de incredulidad.


El emperador asintió con gesto grave, su semblante sin revelar ninguna emoción. "Muy bien, comandante. Tus palabras han sido escuchadas. Lo que dices no solo es absurdo, sino también imposible, los dioses siempre han estado a mi favor".


El comandante y el soldado restante intercambiaron miradas nerviosas, conscientes de la gravedad de la situación. Sabían que el emperador no toleraría el fracaso, y que la ejecución era una posibilidad muy real.

Soldado: "señor, es la verdad, el que los guía puede dominar el trueno"


Con un gesto de su mano enguantada, el emperador indicó a los guardias que se llevaran a los prisioneros. "Llévenlos al patio de ejecuciones. Que su destino sirva como recordatorio para todos aquellos que se atrevan a fallarle al imperio".


Los prisioneros fueron conducidos fuera del salón del trono, dejando atrás el eco de sus pasos en la piedra fría del suelo. La sentencia del emperador resonó en el aire, un recordatorio sombrío de las consecuencias de la derrota en la guerra implacable entre los tincas y los nucas.

Simultáneamente:

En el tranquilo atardecer en la aldea nuca, el jefe nuca observaba con atención desde la distancia a Yet y a Inti. Quienes, alejados uno del otro, tenían a sus corazones latirmfo al unísono en medio de la serenidad de la aldea, mientras compartían miradas furtivas de complicidad. 

El jefe nuca, con su porte regio y su rostro marcado por la sabiduría de los años, se acercó silenciosamente a Inti, cuyos ojos aún brillaban con la emoción de la cercanía a yet. Ella lo miró con sorpresa al notar su presencia.

Jefe Nuca: Inti, necesito saber qué opinarías si decidiera ofrecer tu mano en matrimonio a Yet.


Inti: Padre, haré lo que me pida. Como siempre he hecho.

Unos minutos después el jefe Nuca se movía con paso firme a través de la aldea, su mirada fija en Yet, quien se encontraba bajo la sombra de un frondoso árbol, perdido en sus pensamientos. 

El jefe Nuca llegó junto a Yet, cuya mirada se elevó para encontrarse con la suya. Los ojos del joven guerrero reflejaban una mezcla de sorpresa y expectación mientras esperaba escuchar las palabras del líder, a quien no le desagraba la idea de emparentarse con el heraldo del gran Chaman, a quien casi consideraba un dios.


Jefe Nuca: Yet, necesito hablar contigo sobre un asunto importante.


Yet asintió en silencio, sintiendo la tensión en el aire mientras el jefe Nuca tomaba asiento frente a él. 

Jefe Nuca: Yet. Eres un guerrero valiente, y eso es lo que mi hija necesita. Pero las costumbres de la aldea dictan que por lo menos uno de tus parientes debe hablar conmigo para concretar el matrimonio.

En aquellas primitivas tribus el cortejo no era indispensable para los casamientos.

Tiempo después:

El día de la boda ritual había llegado, y la aldea nuca estaba impregnada de una atmósfera de celebración y alegría. El sol brillaba en lo alto, iluminando cada rincón de la aldea con su luz dorada y cálida. La brisa suave jugueteaba entre los árboles, llevando consigo el aroma fresco de la selva y el murmullo de la vida salvaje que llenaba el aire.


Yet e Inti, vestidos con túnicas ceremoniales tejidas con telas de seda que habían Sido un regalo de Victor, quien, por ser lo mas cercano que yet tenía a un familiar, había concretado la boda junto al jefe, inti y yet se encontraban en el centro de la aldea, rodeados por nucas.

Victor observaba la escena desde la distancia, Había pasado mucho tiempo desde que había presenciado una ceremonia de boda, el amor era algo que honestamente no entendía.

Los ojos de yet se encontraron con los de Inti, y en ese momento, todo a su alrededor pareció desvanecerse, dejando solo el brillo de su amor mutuo.


La ceremonia comenzó con cantos y danzas tradicionales, llenando el aire con energía y vitalidad. El jefe Nuca oficiaba la ceremonia, pronunciando palabras de bendición y sabiduría mientras untaba las frentes de Yet e Inti con pinturas sagradas.

Una semana después:

En la aldea nuca, el jefe nuca se sentaba en su choza, rodeado por el cálido resplandor de las antorchas que iluminaban el espacio. 


Frente a él, el jefe de los mantas, una figura imponente con una presencia magnética, se erguía con orgullo. Su piel oscura estaba marcada por cicatrices intrincadas que narraban la historia de su tribu. Llevaba una capa de plumas multicolores que se balanceaba con gracia con cada movimiento que hacía.

Junto a ellos se encontraba Victor.

Jefe Manta: He escuchado que tú tribu derrotó un destacamento tinca de mil hombres. 


Victor: Parece que el número está aumentando.


Jefe Manta: ¿A qué te refieres?


Victor: En realidad, eran trescientos hombres.


Jefe Manta: ¡Increíble! He escuchado que el hijo del dios les ayuda.


Jefe Nuca: Sí, es el gran chamán, el hombre frente a ti, llegó desde el mar. Tiene el poder de dominar el trueno.


Jefe Manta: Tal como dicta la profecía.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Ramsung galactic, capitulo 1.

La hermandad de la piedra, capitulo 4.

La hermandad de la piedra, el final.