El gran ingeniero, capitulo 11.

 La tropa de soldados tincas avanzaba con paso firme a través de la densa selva, guiados por su imponente comandante. Este líder destacaba entre sus hombres no solo por su estatura y porte, sino también por su armadura ornamentada y su semblante imperturbable. El comandante llevaba una armadura de cuero oscuro, reforzada con placas de madera, mostrando su estatus y autoridad entre sus seguidores.


El rostro del comandante era una máscara de determinación y experiencia. Su mirada era fría y calculadora, con ojos oscuros que escudriñaban el entorno en busca de cualquier indicio de peligro. Cicatrices marcaban su piel curtida por el sol y la batalla, testigos de numerosos enfrentamientos y victorias pasadas. 

Mientras la tropa avanzaba, el comandante mantenía una postura erguida y segura, un líder nato acostumbrado a dirigir a sus hombres en las condiciones más adversas. Cada paso que daba resonaba en el suelo de la selva, marcando el ritmo de su avance inexorable hacia el objetivo: el único río que separaba a los tincas de los que hasta hace poco fueron sus ciervos, los nucas.


En lo más profundo de la selva, un guerrero nuca se encontraba vigilando desde las sombras. Este guerrero, hábil en el arte de la camuflaje y el sigilo, estaba oculto entre la densa vegetación. Vestía una túnica de colores terrosos, adornada con plumas y con tejidos que se confundían con el entorno. La piel bronceada del guerrero estaba marcada por pinturas rituales, símbolos de su conexión con la naturaleza y el espíritu de la selva.


El guerrero nuca tenía ojos agudos y alerta, observando cada movimiento de la tropa tincas con cautela y determinación. Sus sentidos estaban agudizados por años de caza y supervivencia en este entorno hostil. El sonido de las pisadas pesadas y el murmullo de las voces tincas lo mantenían en alerta máxima, preparado para actuar en cualquier momento.

En la tranquila ribera del río, varios soldados nucas se encontraban reunidos en un círculo, sus rostros marcados por la preocupación y el temor ante el inminente enfrentamiento con los tincas. Algunos murmuraban entre ellos, discutiendo la posibilidad de desertar frente a la abrumadora fuerza del enemigo. Sus corazones latían con ansiedad mientras contemplaban el ancho cauce que los separaba de la amenaza que se avecinaba.


Jefe nuca: hermanos, recuerden que somos nucas, prevenimos de grandes guerreros, nuestro pueblo fue el último en resistir la conquista de los tincas, sino luchamos por nosotros debemos hacerlo por nuestro pasado.

Los soldados nucas comenzaron a sentir un cambio en sus corazones. El miedo cedía paso a un sentimiento de camaradería y propósito compartido. Se miraban entre sí con renovada confianza, reconociendo la importancia de permanecer unidos frente a la adversidad.

A medida que los tincas se acercaban peligrosamente al río, el guerrero nuca vigilante permanecía alerta desde su escondite entre las sombras de la selva. Sus sentidos agudos captaron el momento exacto en que la vanguardia enemiga se aproximaba al agua, y entonces, con un grito estridente que resonó por el bosque, el nuca dio la señal de alerta.


El grito del guerrero nuca fue como un rugido de la naturaleza misma, desencadenando una respuesta inmediata por parte de sus compañeros ocultos en los alrededores. Desde los árboles y arbustos emergieron guerreros nucas, sus cuerpos pintados con colores de la selva y armados con lanzas y garrotes. La emoción y la determinación brillaban en sus ojos mientras se abalanzaban sobre los tincas con un rugido de guerra.


La emboscada fue rápida y brutal. Los tincas, sorprendidos por el ataque repentino, intentaron reaccionar, El aire se llenó con el estruendo de gritos de guerra y el choque de armas relativamente primitivas, mientras el río cercano murmuraba como testigo silencioso de la batalla que se desarrollaba en sus orillas.

La batalla fue encarnizada y sin cuartel. Los tincas, acorralados por la superioridad numérica y la ferocidad de los nucas, lucharon con fiereza.

En medio del caos y la confusión de la batalla, los nucas se dispersaron siguiendo la estrategia planificada por Victor. Algunos guerreros corrieron entre los árboles y arbustos, buscando cobertura y reagrupándose en puntos estratégicos previamente establecidos. El sonido de sus pisadas rápidas y agitadas resonaba entre la vegetación densa, mezclándose con el crujido de las hojas bajo sus pies. Dejando vivos solo cien soldados tincas.

Los tincas restantes, aunque reducidos en número, se mantuvieron firmes bajo. Sus palabras resonaron sobre el estruendo de la batalla, instando a sus soldados a seguir adelante contra toda lógica y sentido común.


Los tincas avanzaron, pisando con determinación sobre el suelo irregular y empapado de sangre. Cada paso era una afirmación de su determinación y confianza en la victoria. 

En lo alto, en la parte superior del río, se encontraban los nucas, con Victor en el centro de la formación sobre la espalda de Yet. La posición elevada les ofrecía una ventaja estratégica, permitiéndoles observar el avance de los tincas con claridad desde su punto de vista elevado. Victor sostenía un objeto parecido a un megáfono, preparado para utilizarlo como herramienta de comunicación.

De repente, Victor levantó el objeto en sus manos y habló con voz amplificada a través del megáfono, su mensaje resonando en toda la zona. 

Victor (usando el megáfono con voz intensa): soy hijo del dios del trueno. Si intentan atravesar este río, desatarán la ira de los dioses y perecerán.


Soldado Tinca (sorprendido y temeroso): ¿Qué significa esto? ¿Hijo del dios del trueno?


Comandante Tinca (tratando de mantener la moral alta): No hagan caso a sus palabras. Está usando artimañas para sembrar el miedo en nuestros corazones. Los dioses siempre nos han favorecido y nos protegerán.


Victor (insistente): Les advierto una última vez. Si cruzan este río, traerán la destrucción sobre ustedes mismos.


Soldado Tinca (dudando):** Pero, ¿y si realmente es un dios?


Comandante Tinca (con determinación): No caigan en sus trucos. Nosotros somos los guerreros elegidos. ¡Avancen hacia el río y conquistaremos a esos nucas!



La tensión se eleva mientras los tincas se acercan al agua, ignorando las advertencias de Victor. La naturaleza parece aguardar en silencio, como si contuviera el aliento ante lo que está por venir.

La escena se desarrolla con intensidad mientras Victor sostiene un interruptor en una mano, listo para desatar su siguiente movimiento estratégico. El sol del atardecer brilla sobre el río, iluminando las aguas agitadas por la presencia de los tincas que intentan cruzar.

Con un gesto rápido y certero, Victor acciona un interruptor en sus manos. De repente, las turbinas instaladas en el río cobran vida, girando con fuerza impulsadas por la corriente. Un zumbido eléctrico llena el aire, anunciando el despliegue de la tecnología nucana.

De repente, chispas eléctricas comienzan a saltar entre las turbinas y a danzar en el aire. Un espectáculo visual impresionante y peligroso se despliega frente a los ojos atónitos de los tincas. El aire mismo parece cargarse con electricidad, creando un efecto físico que desafía la lógica y las creencias tradicionales.


Los soldados tincas que están en el agua son los primeros en sentir el impacto. Gritan de dolor mientras son alcanzados por las descargas eléctricas, sus cuerpos convulsionando en la corriente. El olor a ozono y a quemado se mezcla con el aire, creando una atmósfera cargada y tensa.


Los tincas, ahora completamente convencidos de que están siendo castigados por desafiar a un dios, luchan desesperadamente por salir del agua electrificada. El sonido de sus gritos desgarradores se suma al caos que reina en la orilla del río.


En lo alto, los nucas observan con asombro lo que está sucediendo. Recuerdan las antiguas profecías sobre un ser divino que vendría del mar así como lo hizo Victor, y ahora, al ver el poder que Victor desata con su "magia", comienzan a cuestionar si realmente están presenciando la intervención de un dios.

La escena es caótica y llena de acción mientras los pocos que  tincas logran cruzar son asesinados por los soldados nucas, mientras que aquellos que regresan al lado opuesto son sorprendidos por un grupo de tincas que esperaban para realizar otro ataque sorpresa en el momento exacto.

Después de una brutal y encarnizada batalla, el campo de batalla se calma gradualmente. Solo dos figuras permanecen de pie entre los escombros y los cuerpos caídos: el comandante tinca y uno de sus hombres. Ambos están heridos y agotados, un nuca se posa frente a ellos, dispuesto a capturarlos.

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