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Mostrando las entradas de marzo, 2024

El exonerador, capitulo 2.

 Al día siguiente, Matías Grand se encontraba una vez más en el oscuro confesionario de la antigua iglesia, esperando a los fieles que buscaban redención. El ambiente estaba impregnado de un silencio pesado, y la tenue luz de las velas apenas lograba iluminar los rincones más oscuros de la pequeña habitación. Un hombre rico, cuyo nombre era Santiago Mendoza, se acercó al confesionario con pasos lentos y decididos. Su figura imponente y elegante contrastaba con la humildad del lugar. Vestía un traje oscuro a medida que resaltaba su porte distinguido, y su cabello oscuro estaba perfectamente peinado hacia atrás. Sin embargo, detrás de su apariencia pulcra, se escondía un aura de tensión y ansiedad. Al arrodillarse en el reclinatorio, Santiago parecía sentir el peso de sus acciones sobre sus hombros. Sus manos temblaban ligeramente mientras se preparaba para confesar sus pecados. Su rostro, marcado por líneas de preocupación y cansancio, reflejaba el tormento interior que lo consumía. Mat

El exonerador, Capitulo 1.

 En el oscuro confesionario de la antigua iglesia, el peso del silencio era tan tangible como la madera pulida del reclinatorio. Al otro lado de la rejilla, el rostro del cura, Matías Grand, estaba apenas iluminado por la tenue luz de una vela titilante. Sus rasgos angulosos y profundos ojos oscuros sugerían una historia fuera de lo comun. Matías no había seguido el camino eclesiástico por vocación. En lugar de eso, se había refugiado en los muros de la iglesia en un intento desesperado por encontrar paz para su alma atormentada. Desde joven, una extraña sensación lo había acompañado, una sensación de inquietud en su pecho, como si algo estuviera siempre al acecho en las sombras de su mente.  Frente a él, arrodillado en penumbra, yacía el hombre que buscaba redención. Su figura se erguía. La luz de la vela apenas lograba iluminar los contornos de su rostro, dejando su expresión envuelta en sombras.  Hombre: Padre, me siento tan abrumado últimamente. Mi madre falleció hace poco y no pue

El gran ingeniero, capitulo 7.

 Victor caminaba junto a Inti por el sendero que conducía hacia la aldea, su corazón rebosante de gratitud y alivio por el éxito de la cirugía. El sol brillaba sobre sus cabezas, enviando rayos cálidos que danzaban a través de las hojas de los árboles y pintaban el paisaje con tonos dorados y brillantes. El aire estaba impregnado con el aroma fresco y terroso de la selva, mezclado con el suave susurro del viento entre las hojas y el canto de los pájaros en lo alto de los árboles. Inti caminaba a su lado, su rostro iluminado por una sonrisa radiante que reflejaba la alegría y el alivio que sentía por haber recuperado su movilidad. Sus ojos oscuros brillaban con emoción mientras miraba a su alrededor, absorbiendo la belleza del paisaje y la sensación de libertad que había recuperado. A medida que se acercaban a la aldea, el jefe salió corriendo para recibir a su hija con los brazos abiertos, su rostro lleno de felicidad y alivio al verla caminar hacia él. Sus pasos resonaban en el suelo

El gran ingeniero, capitulo 6.

 El jefe de la tribu de los nucas se encontraba en el interior de su choza, cuidando amorosamente de su hija, Inti, quien yacía recostada en una rudimentaria cama de madera. Inti, la hija del jefe, era una mujer alta y relativamente ancha. Su piel tenía el tono cálido del sol y sus ojos oscuros reflejaban la profundidad de su espíritu. Su cabello largo y oscuro estaba trenzado con flores silvestres, y su vestimenta de algodón estaba decorado con bordados intrincados que mostraban la destreza artesanal de su tribu. Desde hace meses, Inti no podía caminar, y los nucas no entendían la razón detrás de su repentina incapacidad. Atribuían su condición a la influencia de malignos espíritus que habían invadido su cuerpo, trayendo consigo una enfermedad inexplicable y devastadora. A pesar de todos los esfuerzos de los chamanes y curanderos de la tribu, Inti seguía postrada en su cama, su fuerza menguante con cada día que pasaba. El jefe cuidaba de su hija con amor y devoción, aplicando ungüento

El gran ingeniero, capitulo 5.

Una semana más había transcurrido desde que Victor comenzara la construcción del ascensor en lo más profundo de la cueva. Ahora, el ascensor mecánico estaba listo para su primer viaje hacia la superficie. Con un corazón lleno de emoción y determinación, Victor se adentró en el ascensor y cerró la puerta detrás de él. El suave zumbido de las poleas resonó mientras comenzaba su ascenso. Con cada metro que ganaba altura, el aire se volvía más fresco y nítido, impregnado con el aroma fresco de la vegetación y el sonido distante de la cascada que rugía en la montaña. A través de las paredes de madera del ascensor, Victor podía ver el paisaje cambiando gradualmente a medida que ascendía. La luz del sol se filtraba a través de las hojas de los árboles, creando patrones de sombra y luz que danzaban en las paredes de la cueva. El suave murmullo del agua de la cascada se mezclaba con el canto de los pájaros y el susurro del viento entre las hojas, creando una sinfonía natural que llenaba el aire

El gran ingeniero, capitulo 4.

 La tarde caía sobre la costa de la bahía de la desesperación, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y dorados mientras Victor y Yet se aventuraban por caminos separados en su búsqueda de conocimiento sobre su entorno. El aire estaba impregnado con el olor salado del mar y el aroma fresco y terroso de la selva circundante. Yet avanzaba con cautela entre las rocas y la maleza, sus ojos escudriñando el paisaje en busca de cualquier indicio de peligro o descubrimiento. El suave susurro de las olas rompiendo contra las rocas se mezclaba con el crujido de la arena bajo sus pies desnudos, creando una sinfonía natural que llenaba sus sentidos. Sin embargo, a medida que avanzaba, un sentimiento de inquietud comenzó a crecer en su pecho, como si estuviera siendo observado por ojos invisibles entre la densa vegetación. Un escalofrío recorrió su espalda, erizando los vellos de su piel y enviando una oleada de temor a través de su cuerpo. La sensación de estar siendo observado se intensificaba con

El gran ingeniero, Capitulo 3.

Casi dos semanas después Victor había decidido nombrar aquel lugar como la Bahía de la desesperación, Yet regresaba a la cueva con el penúltimo de los baúles que se hallaban en la costa. El sonido de sus pasos resonaba en la arena mientras arrastraba el pesado baúl, creando un eco sordo en la quietud de la tarde. El aroma salado del mar llenaba el aire, mezclado con el olor fresco y terroso de la selva circundante, creando una atmósfera única y evocadora. Con un esfuerzo concentrado, Yet colocó el baúl junto a los otros en el interior de la cueva. El sonido de la madera contra la piedra resonaba en el espacio, acompañado por el crujido de las ramas y el susurro del viento en las hojas. El aroma rancio de la madera antigua llenaba la cueva, impregnando el aire con una sensación de historia y misterio. Mientras tanto, una lámpara de gas iluminaba el interior de la cueva con una luz suave y cálida. El parpadeo de la llama creaba sombras danzantes en las paredes de piedra, añadiendo un toq

Ice-man, capitulo 1.

 Un helicóptero de última generación surcaba los cielos de Alaska con una gracia mecánica, mientras el doctor "Y-elo", un genetista de edad madura, se aferraba a su asiento, su rostro iluminado por la emoción y la anticipación. Su cabello entrecano se mecía ligeramente con el viento generado por las hélices, y sus ojos brillaban con determinación bajo las gafas de montura metálica. Vestido con un traje de vuelo negro, el doctor "Y-elo" exudaba autoridad y dedicación a su causa. A su lado, el laboratorio portátil zumbaba suavemente, emitía un débil resplandor azul que iluminaba su cabina. Dentro, tubos de ensayo y equipos científicos de alta tecnología se alineaban ordenadamente, listos para ser desplegados en cuanto aterrizaran en tierra firme. A través de la ventanilla, el paisaje de Alaska se extendía como un lienzo blanco y azul, salpicado aquí y allá por montañas cubiertas de nieve y lagos congelados. El aire frío se filtraba en la cabina, haciéndose sentir incl

El arca, capitulo 1.

 En una isla cubierta por una densa selva que se extendía por miles de kilómetros, se alzaba un imponente edificio que parecía haber salido de las páginas de un libro de ciencia ficción. Sin embargo, este edificio era tan real como las personas que lo habitaban. En su interior, cientos de pisos se extendían a lo largo de varias hectáreas, cada uno con su función específica, desde la producción de alimentos hasta el mantenimiento de la maquinaria, y por supuesto, el alojamiento de sus habitantes. En el piso más alto residían los "jefes", cuya posición de privilegio y lujo era enigmática para el resto de los habitantes. Todos sabían que el cerebro central, una poderosa computadora, protegía ferozmente los intereses de esta clase dominante. Justo por debajo de ellos se encontraban los "administradores", encargados de dirigir la producción según las directrices de los jefes, disfrutando de un nivel de vida inferior pero aún cómodo. En los pisos inferiores se apiñaban lo

Operación medusa, capitulo 12.

 Una semana después, Juan se encontraba en el hospital, apoyado en unas muletas mientras daba sus primeros pasos titubeantes hacia la recuperación. Su rostro mostraba signos de fatiga y determinación, con una barba incipiente que le daba un aire de madurez y seriedad. A pesar de los moretones y vendajes que cubrían su cuerpo, su mirada reflejaba una determinación feroz y una voluntad inquebrantable. El doctor que lo miraba era un hombre de mediana edad, con gafas de montura gruesa y una expresión serena pero preocupada en su rostro. Su bata blanca estaba impecablemente planchada, y su cabello gris estaba peinado hacia atrás con meticulosidad. Detrás de sus gafas, sus ojos brillaban con un brillo de profesionalismo y compasión, mientras observaba con atención los progresos de Juan. La recuperación de Juan había sido extraordinariamente rápida, sorprendiendo incluso a los médicos más experimentados. Mientras que una persona común habría tardado meses en recuperarse de lesiones tan graves

Operación medusa, capitulo 11.

 Mariana había superado cada obstáculo con destreza y determinación, derrotando a sus cinco oponentes con un estilo impecable y una fuerza implacable. Desde el primer enfrentamiento hasta el penúltimo, había demostrado su habilidad y valentía en el ring, ganándose el respeto y la admiración de todos los presentes. Con cada golpe preciso y cada movimiento calculado, Mariana había dejado claro que no estaba allí para jugar, sino para ganar.  Ahora, con la final del torneo frente a ellos, Mariana y Juan se preparaban para enfrentarse uno contra el otro en un último desafío que determinaría quién sería el verdadero campeón. Con el corazón lleno de determinación y los ojos puestos en la gloria que los esperaba, se lanzaron al ring, listos para darlo todo y dejarlo todo en la arena. Mariana y Juan se encontraban en los extremos opuestos del ring, sus figuras destacándose contra el resplandor azulado del campo de fuerza que se cerraba a su alrededor.  El suelo del ring vibraba bajo sus pies m

Operación medusa, capitulo 10.

 Laurel se encontraba en la sala de reuniones de la casa presidencial, rodeado de varios asesores y funcionarios del gobierno. La luz tenue de las lámparas de techo proyectaba sombras alargadas sobre las paredes, añadiendo una sensación de opresión al ambiente.  En el centro de la mesa de conferencias, Laurel se encontraba sentado con una expresión preocupada y concentrada en su rostro. Sus manos jugaban nerviosamente con un bolígrafo, mientras su mirada estaba perdida. Al lado de Laurel, Andrés Samuel Sopes Labrador, presidente escuchaba atentamente. El sonido lejano de las sirenas de la ciudad se filtraba por las ventanas entreabiertas, recordando a todos los presentes la realidad implacable del mundo exterior. El tic-tac constante del reloj en la pared parecía marcar el paso del tiempo con una insistencia ominosa, como si el destino de Laurel estuviera contando los segundos hasta el próximo combate de Juan. En medio de este ambiente cargado de ansiedad, Laurel sabía que tenía que to