El exonerador, capitulo 2.
Al día siguiente, Matías Grand se encontraba una vez más en el oscuro confesionario de la antigua iglesia, esperando a los fieles que buscaban redención. El ambiente estaba impregnado de un silencio pesado, y la tenue luz de las velas apenas lograba iluminar los rincones más oscuros de la pequeña habitación. Un hombre rico, cuyo nombre era Santiago Mendoza, se acercó al confesionario con pasos lentos y decididos. Su figura imponente y elegante contrastaba con la humildad del lugar. Vestía un traje oscuro a medida que resaltaba su porte distinguido, y su cabello oscuro estaba perfectamente peinado hacia atrás. Sin embargo, detrás de su apariencia pulcra, se escondía un aura de tensión y ansiedad. Al arrodillarse en el reclinatorio, Santiago parecía sentir el peso de sus acciones sobre sus hombros. Sus manos temblaban ligeramente mientras se preparaba para confesar sus pecados. Su rostro, marcado por líneas de preocupación y cansancio, reflejaba el tormento interior que lo consumía. Mat