El exonerador, Capitulo 1.

 En el oscuro confesionario de la antigua iglesia, el peso del silencio era tan tangible como la madera pulida del reclinatorio. Al otro lado de la rejilla, el rostro del cura, Matías Grand, estaba apenas iluminado por la tenue luz de una vela titilante. Sus rasgos angulosos y profundos ojos oscuros sugerían una historia fuera de lo comun.


Matías no había seguido el camino eclesiástico por vocación. En lugar de eso, se había refugiado en los muros de la iglesia en un intento desesperado por encontrar paz para su alma atormentada. Desde joven, una extraña sensación lo había acompañado, una sensación de inquietud en su pecho, como si algo estuviera siempre al acecho en las sombras de su mente. 


Frente a él, arrodillado en penumbra, yacía el hombre que buscaba redención. Su figura se erguía. La luz de la vela apenas lograba iluminar los contornos de su rostro, dejando su expresión envuelta en sombras. 

Hombre: Padre, me siento tan abrumado últimamente. Mi madre falleció hace poco y no puedo dejar de sentirme culpable por no haber 


Matías: Entiendo tu dolor, hijo. La pérdida de un ser querido es una carga difícil de llevar. Pero debes recordar que no estás solo en tu dolor. Te exonero de tus pecados.

El hombre siente una extraña calma inundar su cuerpo mientras las palabras del cura resuenan en su mente. Una sensación de alivio y liberación se apodera de él, como si un peso invisible hubiera sido levantado de sus hombros.

El hombre se levanta del reclinatorio, su mirada llena de gratitud hacia el cura.


Hombre: Gracias, padre. Gracias por todo.


Matías: Que la paz de Dios esté contigo, hijo mío. Siempre estás bienvenido aquí.


El hombre se aleja lentamente del confesionario, sus pasos ahora ligeros y llenos de esperanza. Mientras sale de la iglesia, una extraña sensación de tranquilidad continúa envolviendo su ser, como si las sombras de su pasado se hubieran disipado ante la luz de la absolución divina.

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