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El angel de la muerte y el hijo prodigo, Capitulo 7.

 Meses después, William y Ángel se encontraban en una gigantesca cueva llena de piedras preciosas. Las paredes de la cueva brillaban con un caleidoscopio de colores. William, en su forma humana, se detuvo en medio del resplandor y miró a su alrededor con asombro y determinación. "Ángel," dijo William, su voz reverberando en la cueva. "Esto es zorgon." Ángel levantó una piedra brillante y la examinó de cerca. "¿Qué significa 'zorgon'?" preguntó, su voz llena de curiosidad. "Es el material más valioso del universo," respondió William, con un tono de reverencia. Ángel miró la piedra con ojos asombrados. "¡No puedo creerlo!" De repente, el suelo comenzó a temblar ligeramente, y un sonido sibilante llenó el aire. Antes de que pudieran reaccionar, un grupo de arañas gigantes emergió de las sombras, sus patas largas y peludas haciendo un ruido espeluznante contra la piedra. Ángel desenvainó su espada con rapidez, sus movimientos precis

El hijo prodigo y el angel de la muerte, capitulo 6.

 William y Ángel finalmente habían partido.  Ángel, equipado con una máscara con lentes parecida a las de los antiguos pilotos terrestres, estaba montado sobre la espalda de William, agarrándose con emoción mientras el viento batía su cabello oscuro. El Valle Largo se extendía bajo ellos, un tapiz de colinas verdes y bosques frondosos que se desvanecían en la distancia. Ángel dejó escapar un grito de alegría que se mezcló con el rugido del viento y el batir de las alas de William. La sensación de libertad era embriagadora, el aire fresco y limpio llenaba sus pulmones mientras ascendían hacia el cielo anaranjado del atardecer. William ajustó su vuelo, sintiendo el peso reconfortante de Ángel en su espalda. Las escamas en sus alas brillaban con reflejos dorados a medida que se movían con gracia y poder. Ángel, desde su posición, observaba maravillado el paisaje que se desplegaba bajo ellos. Las sombras alargadas de los árboles danzaban sobre el suelo mientras avanzaban, y el canto lejano

El hijo prodigo y el angel de la muerte, capitulo 5.

En el tranquilo anochecer de valle Largo, William y Ángel se encontraban en la entrada de la casa, enfrentándose a un dilema que desafiaba la lógica. Ángel miraba a William con ojos inquisitivos, tratando de comprender lo inexplicable. "¿Cómo es posible esa transformación?" preguntó Ángel, su voz cargada de asombro y preocupación. William suspiró, sintiendo el peso de la historia familiar sobre sus hombros. "Es culpa de mi bisabuelo. A él le sucedía lo mismo" Ángel frunció el ceño, intentando conectar los puntos. "¿Y nunca has podido controlarlo?" "No," respondió William con sinceridad.  "El chi es la clave para todo esto," afirmó Ángel repentinamente, sus ojos brillando con convicción. William negó con la cabeza. "El chi no existe. Es una superstición." Ángel levantó una ceja, desafiante. "Yo puedo usarlo, William. Es real." "Eso es absurdo," refutó William, sus manos apretadas en puños. "¿Cómo puedes

El angel de la muerte y el hijo prodigo, capitulo 4.

 Dentro de la casa, William y Ángel descansaban en una pequeña habitación. Ángel se levantó de su asiento con una agilidad felina. "Iré por splush," dijo de repente, su voz cortando el silencio cómodo que se había instalado. William frunció el ceño, intrigado por el término desconocido. "¿Qué significa 'splush'?" preguntó, su curiosidad despertada. "Es un líquido endulzante," respondió Ángel mientras se dirigía a una pequeña estantería donde guardaba sus provisiones. Sus movimientos eran precisos, casi ritualísticos, mientras tomaba una pequeña botella vacía y la colocaba en su bolsa de viaje. William observó a Ángel prepararse y la pregunta surgió casi de manera automática. "¿A dónde vas para traerlo?" "A las cavernas," contestó Ángel con una naturalidad que desconcertó a William. El joven levantó la mirada, capturando la expresión de sorpresa en el rostro de su compañero. "Te acompañaré," decidió William, su tono fir

El hijo prodigo y el angel de la muerte, capitulo 3.

 William y Ángel se hallaban en el interior de un enorme túnel, cuyas paredes de roca rugosa reflejaban la luz de las antorchas que colgaban de manera intermitente. El aire era frío y denso, impregnado con un olor metálico y terroso.  Mientras avanzaban, William no pudo evitar notar la cantidad de insectos muertos esparcidos por el suelo. Algunos eran pequeños y frágiles, mientras que otros eran criaturas más grandes con caparazones gruesos y extremidades afiladas. La visión era perturbadora, y un mal presentimiento se instaló en su mente. "¿Por qué hay tantos insectos muertos aquí?", preguntó William, su voz reflejando la inquietud que sentía. "¿Puede haber algún elemento tóxico?" Ángel, sin dejar de caminar, respondió con una calma inquietante: "Ese elemento tóxico es el filo de mi espada." William lo miró con incredulidad. "¿A qué te refieres?" "Yo los maté," dijo Ángel sin vacilar, su voz carente de cualquier rastro de emoción. Will

El angel de la muerte y el hijo prodigo, capitulo 2.

 William despertó en una cama rodeado por paredes metálicas que brillaban tenuemente bajo la luz de una lámpara en el techo. La sensación de firmeza y frialdad del colchón se mezclaba con el eco distante de algún sistema de ventilación. El aire tenía un olor a hierro y a limpieza estéril, tan diferente del polvo y el calor del desierto donde había caído inconsciente. Al girar la cabeza, vio un chico de ropajes oscuros acercándose. No debía tener más de quince años, y su estatura, apenas de 1.60 metros, hacía que se moviera con una agilidad sorprendente. Sus ropas, hechas de un material grueso y resistente, absorbían la luz, dándole un aire de misterio. En sus manos, el chico llevaba un cuenco humeante. El joven colocó el cuenco en una pequeña mesa junto a la cama y dijo con una voz suave pero firme: "Cómetelo, te hará bien". William, aún aturdido, tomó el cuenco. El aroma era reconfortante, una mezcla de especias suaves y algo que no pudo identificar. El calor del caldo se si

El hijo prodigo y el angel de la muerte, capitulo 1.

 En un futuro lejano, en un planeta árido y desolado, el sol abrasador teñía el cielo de un rojo sangriento. William, un joven de 18 años, caminaba lentamente por las tierras arenosas mientras observaba cómo la nave que lo había traído aquí se alejaba en el horizonte, convirtiéndose en un pequeño punto antes de desaparecer por completo. Sus pasos eran firmes pero prudentes, levantando pequeñas nubes de polvo que se mezclaban con el viento caliente y seco. La arena, fina y dorada, se adhería a sus botas y se infiltraba en cada pliegue de su ropa. William era alto y de complexión media, sin musculatura notable, pero su determinación se reflejaba en cada movimiento. Sentía el peso de su mochila, cargada con unas pocas provisiones, en sus hombros. El agua escaseaba y cada gota debía ser administrada con cuidado. El calor sofocante hacía que el sudor le resbalara por la frente, empapando su cabello oscuro que se pegaba a su piel. El viento, aunque ligero, era implacable, silbando con un ton