El angel de la muerte y el hijo prodigo, Capitulo 7.

 Meses después, William y Ángel se encontraban en una gigantesca cueva llena de piedras preciosas. Las paredes de la cueva brillaban con un caleidoscopio de colores. William, en su forma humana, se detuvo en medio del resplandor y miró a su alrededor con asombro y determinación.


"Ángel," dijo William, su voz reverberando en la cueva. "Esto es zorgon."


Ángel levantó una piedra brillante y la examinó de cerca. "¿Qué significa 'zorgon'?" preguntó, su voz llena de curiosidad.


"Es el material más valioso del universo," respondió William, con un tono de reverencia.


Ángel miró la piedra con ojos asombrados. "¡No puedo creerlo!"


De repente, el suelo comenzó a temblar ligeramente, y un sonido sibilante llenó el aire. Antes de que pudieran reaccionar, un grupo de arañas gigantes emergió de las sombras, sus patas largas y peludas haciendo un ruido espeluznante contra la piedra.


Ángel desenvainó su espada con rapidez, sus movimientos precisos y fluidos. La hoja de la espada brilló con la luz de las antorchas mientras cortaba a través del aire, dividiendo a las arañas con golpes letales. El sonido del metal contra los exoesqueletos resonaba en la cueva, creando un eco ensordecedor.


William, mientras tanto, se apresuró a llenar un costal con las piedras preciosas. Cada pieza de zorgon brillaba intensamente mientras las recogía, su superficie lisa y fría al tacto. reuniendo cerca de treinta kilogramos de zorgon.


Las arañas seguían atacando, sus ojos múltiples reflejando la luz con un brillo siniestro. Ángel, cubierto de sudor, repelía a las criaturas con una destreza impresionante, sus movimientos una mezcla de fuerza y gracia. Cada golpe de su espada era acompañado por el crujido del exoesqueleto rompiéndose.


Finalmente, con las arañas repelidas y la cueva sumida en un silencio tenso, William se acercó a Ángel, el costal lleno de zorgon colgando de su hombro. "Vamos," dijo, respirando con dificultad. "Tenemos que salir de aquí."


Ángel asintió, su mirada aún alerta mientras observaba los rincones oscuros de la cueva. Ambos comenzaron a caminar hacia la salida, sus pasos resonando contra el suelo de piedra. El aire estaba cargado con el olor metálico de la sangre de las arañas y el polvo de las piedras preciosas.


"Esas arañas resguardarán nuestro tesoro," dijo William mientras avanzaban, su voz firme y segura. "Nadie más podrá encontrarlo aquí."


Ángel montó sobre la espalda de William, preparándose para el vuelo. "¿Estás seguro de eso?" preguntó, ajustando su máscara de piloto.


"Absolutamente," respondió William, extendiendo sus alas escamosas y preparándose para despegar.


Con un poderoso batir de alas, se elevaron en el aire, dejando atrás la cueva y su tesoro oculto. El viento fresco de la noche los envolvió mientras ascendían, y las luces de las estrellas se reflejaban en las escamas de William. 

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