Kill demon, capitulo 2.

 Judith se encontraba frente a una puerta de madera vieja y astillada. Sus dedos temblaban ligeramente mientras sacaba de su bolsillo una llave extraña, una reliquia que su tío le había dado en sus últimos días. La llave tenía un brillo oscuro y opaco, con grabados misteriosos que parecían cambiar de forma bajo la luz tenue del atardecer. Judith respiró profundamente, sintiendo la fría brisa en su rostro, y deslizó la llave en la cerradura. El metal rechinó mientras giraba, resonando en el silencio del pasillo.


La puerta se abrió con un crujido bajo, revelando un cuarto oscuro y silencioso. El aire dentro era espeso y estaba impregnado con el olor a incienso y cera de vela. Una sensación de quietud antigua y pesada la envolvió cuando cruzó el umbral. Las paredes del cuarto estaban cubiertas de símbolos y palabras en una lengua desconocida, trazadas en tinta roja que había comenzado a desvanecerse con el tiempo.


En el centro del cuarto, una mesa de madera desgastada sostenía una serie de textos antiguos, apilados unos sobre otros. El polvo cubría las tapas de los libros, y al acercarse, Judith pudo ver que algunos de ellos estaban escritos en lenguas que no reconocía. Sin embargo, uno de los volúmenes llamó su atención de inmediato: un libro de cuero negro, con letras doradas en relieve que proclamaban "Regresiones."


Judith se sentó en el suelo frío de piedra y comenzó a leer, pasando las páginas con cuidado. Sus ojos recorrieron los rituales detallados, susurros de conocimiento prohibido que resonaban en su mente. Cada palabra parecía vibrar en el aire, y pronto, el cuarto alrededor de ella desapareció, quedando solo la conexión entre Judith y el antiguo texto.


Durante horas, Judith practicó los pasos del ritual, siguiendo las instrucciones con una precisión casi obsesiva. Dibujó círculos y símbolos en el suelo, encendió velas con la llama temblorosa de un fósforo, y recitó las palabras arcaicas en voz baja, sintiendo cómo su conciencia comenzaba a deslizarse en una dimensión distinta. El tiempo parecía perder todo sentido, hasta que finalmente, un mareo la envolvió y la oscuridad la atrapó.


De repente, abrió los ojos y se encontró de nuevo en su infancia. Tenía seis años y estaba jugando cerca del pozo detrás de la casa. Podía sentir el sol cálido sobre su piel y escuchar el murmullo lejano de los árboles. La inocencia de aquel momento la golpeó, pero algo extraño acechaba en el aire. De un momento a otro, perdió el equilibrio y cayó en el pozo.


El agua la envolvió, fría y oscura, pero en lugar de sentir miedo o dolor, una extraña calma la invadió. Judith no sintió el golpe del agua. En su lugar, una demoniaca sonrisa cruzó su rostro infantil. Sus ojos brillaban con una intensidad sobrenatural, y con movimientos precisos, comenzó a trepar las paredes húmedas del pozo, clavando sus uñas en la piedra, cada rasguño resonando en la profundidad.


Al alcanzar la superficie, encontró a su tío esperándola, sus ojos llenos de asombro y preocupación. Judith emergió del pozo, su cuerpo pequeño pero inexplicablemente fuerte, con la misma sonrisa perturbadora en su rostro. 

Judith sintió que su mente se deslizaba de nuevo en el tiempo, llevándola a un lugar que no podía identificar. Abrió los ojos y se encontró en un cuerpo diminuto, apenas capaz de moverse con coordinación, con las pequeñas manos torpemente agarrando algo suave y caliente. El aire estaba impregnado con el olor a tierra húmeda y hojas podridas, mientras un silencio espeso lo cubría todo.


Judith, con el tamaño y la fragilidad de un bebé, estaba arrodillada en el suelo, sus pequeños dientes afilados desgarrando la carne de una ardilla. La sangre caliente se derramaba por sus labios, su sabor invadiendo su boca. Sentía la piel suave del animal entre sus dedos, mientras sus mandíbulas se cerraban con fuerza, triturando huesos delicados. Un hambre insaciable la impulsaba a devorar cada parte de la criatura, ajena al horror de la escena que estaba protagonizando.


El crujido de las ramas cercanas la distrajo, y sus ojos se elevaron para encontrarse con la figura de su tío, que se acercaba con extrema cautela. El hombre la observaba con una mezcla de tristeza y miedo, sus pasos lentos y silenciosos. El aire a su alrededor parecía vibrar con una tensión invisible mientras su tío sacaba un pequeño frasco de pintura de su bolsillo, su mirada fija en la pequeña Judith.


Judith no se resistió cuando su tío se arrodilló frente a ella, su respiración era apenas un susurro en el silencio del bosque. Con manos temblorosas, el hombre sumergió su dedo en la pintura roja y comenzó a trazar un círculo alrededor del cuello de la niña, el pigmento húmedo y frío contrastando con la calidez de su piel. El círculo se cerró, completando un patrón que parecía pulsar con energía propia.


En el momento en que el círculo quedó completo, Judith sintió una oleada de pesadez que la derribó. Sus párpados se cerraron lentamente, arrastrándola a una oscuridad profunda y silenciosa. El mundo a su alrededor se desvaneció en sombras, y el sonido del viento entre los árboles fue lo último que escuchó antes de caer en la inconsciencia.


Al despertar, Judith ya no era un bebé. Había regresado a su forma actual, pero el recuerdo de lo que acababa de experimentar estaba vívido en su mente. El sabor de la sangre aún parecía palpitar en su boca, y el eco del hambre feroz la hacía temblar. La escena del bosque permanecía con ella, como un rastro de un mal antiguo que había estado dentro de ella desde el principio.


Su cuerpo estaba débil, pero su mente se llenaba de una comprensión aterradora. Sabía que algo profundamente malo vivía en su interior, algo que la había acompañado desde su nacimiento. Se levantó lentamente, sus pensamientos enredados en la confusión y el miedo, pero también en la determinación.


Tenía que seguir investigando, adentrándose en los secretos de los que su tío había intentado protegerla. Solo comprendiendo la verdadera naturaleza de lo que había dentro de ella, podría esperar algún día liberarse de su maldición. La sensación de ese círculo en su cuello seguía ardiendo en su piel como un recordatorio de la oscuridad que la acechaba desde el interior.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Ramsung galactic, capitulo 1.

La hermandad de la piedra, capitulo 4.

La hermandad de la piedra, el final.