El gran seguidor, capitulo 8.

 Una semana había transcurrido desde la confrontación en la mesa. La mansión de Toshiro estaba envuelta en una atmósfera de agitación y frenesí. El sonido constante de herramientas, el murmullo de conversaciones apresuradas y el olor a pintura fresca impregnaban el aire. Cada rincón de la casa estaba en plena remodelación: muebles se movían, paredes se pintaban y una ligera capa de polvo se asentaba en cada superficie.


Toshiro, vestido con una camiseta manchada de pintura y pantalones de trabajo, se movía frenéticamente de un lado a otro. Su rostro estaba pálido por el esfuerzo, y sus ojos mostraban una mezcla de agotamiento y determinación. Estaba tan inmerso en sus preparativos que ni siquiera se detuvo cuando Teruho, con su usual calma, le preguntó repetidamente sobre lo que estaba haciendo.


—Toshiro, ¿qué está pasando? —preguntó Teruho, su tono cargado de preocupación mientras miraba las cajas apiladas y los utensilios desordenados. Sin embargo, Toshiro simplemente la miró por un instante antes de regresar a su tarea, el sudor perlado en su frente.


La casa estaba transformándose a un ritmo vertiginoso, como si estuviera esperando un acontecimiento significativo. Las paredes se llenaban de colores cálidos y vibrantes, las habitaciones se reorganizaban para reflejar un estilo más moderno y acogedor, y el jardín se embellecía con nuevas decoraciones. Todo estaba preparado para la llegada de alguien importante, pero el motivo exacto seguía siendo un misterio.


Finalmente, el sonido agudo del timbre rompió la rutina frenética. El barandal de la mansión resonó con un tono metálico que parecía subrayar la llegada de un evento crucial. Teruho, con la curiosidad a flor de piel, se dirigió a la entrada con pasos rápidos, el suelo resonando bajo sus pisadas.


Al abrir la puerta, se encontró con una visión que la hizo detenerse en seco. Frente a ella estaban dos hombres que destacaban por su presencia imponente. El primero era un hombre musculoso pero delgado, de aspecto indígena, con una piel bronceada que parecía haber sido templada por el sol. Su postura erguida y su mirada penetrante transmitían una confianza innata, mientras que sus ropas modestas pero bien cuidadas le conferían un aire de dignidad.


Junto a él estaba Martin Rodríguez, un hombre de contextura menos robusta, pero con una mirada decidida y segura. Su presencia complementaba perfectamente a su acompañante, y su porte elegante reflejaba una sofisticación que contrastaba con la apariencia más rústica del otro hombre.


—Juan Sánchez —murmuró Teruho, el nombre escapando de sus labios con un toque de asombro. El héroe de Toshiro, el hombre a quien había admirado desde lejos, estaba allí, de pie en el umbral de su casa.


Juan Sánchez observó a Teruho con una sonrisa contenida, sus ojos brillando con una calidez que contrastaba con la dureza de su apariencia. Sin embargo, el peso de la ocasión parecía estar en el aire. Martin, a su lado, mantenía un semblante tranquilo, como si todo estuviera perfectamente bajo control.


—¿Toshiro está listo para recibirnos? —preguntó Martin Rodríguez que había estudiado un poco de japones para la ocasión.


Teruho, aún en estado de shock, asintió lentamente y se hizo a un lado para permitirles la entrada. Mientras los hombres cruzaban el umbral, el aire parecía vibrar con una mezcla de anticipación y admiración. El héroe de Toshiro finalmente estaba ahí, y la casa se llenó de una sensación de logro y esperanza renovada.

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