El gran seguidor, capitulo 7.

 Toshiro se encontraba sentado en el porche de su mansión, contemplando el jardín con una taza de té en la mano. El aroma del té verde flotaba en el aire, mezclándose con el perfume sutil de los cerezos en flor. La brisa suave acariciaba las hojas, creando un susurro tranquilizador que contrastaba con el peso que sentía en su pecho. Sabía que la conversación que estaba a punto de tener con sus hermanos no sería fácil.


Su hermana, la mayor de todos, fue la primera en acercarse. Llevaba un vestido sencillo, y el brillo en sus ojos reflejaba una determinación que Toshiro había aprendido a admirar. Se sentó a su lado, sin necesidad de palabras, y ambos disfrutaron del silencio compartido antes de que ella rompiera la calma.


—Toshiro, he estado pensando en abrir una cadena de salones de estilismo —dijo, su voz suave pero firme—. Quiero crear algo que pueda perdurar, un lugar donde las mujeres puedan sentirse bellas y seguras.


Toshiro Asintió lentamente, su mente procesando la solicitud con la misma seriedad que ella había puesto en plantearla.


—Lo haré posible —respondió Toshiro con una sonrisa pequeña, pero sincera.


Apenas unos momentos después, su hermano mayor, con manos ásperas y llenas de cicatrices de su trabajo, se acercó. Su porte era más tosco, y el olor a grasa de motor impregnaba el aire mientras se sentaba frente a Toshiro. La chaqueta de trabajo que llevaba mostraba signos de uso prolongado, y sus ojos se fijaron en Toshiro con una mezcla de orgullo y necesidad.


—Quiero montar un taller mecánico, hermano. 


El sol de la tarde brillaba en los ojos de su hermano, acentuando las líneas de su rostro curtido. Toshiro sintió una punzada de orgullo al ver la dedicación en él, y el aroma metálico que traía consigo parecía una promesa de un futuro forjado con esfuerzo.


—Cuenta conmigo para hacerlo realidad —dijo Toshiro, y su hermano le estrechó la mano con una fuerza que transmitía su agradecimiento.


Finalmente, su segundo hermano, más joven pero igualmente determinado, apareció con una energía que contrastaba con el ambiente tranquilo. Su ropa era simple, pero sus ojos revelaban sueños ambiciosos. Traía consigo una muestra de sus platillos, un aroma delicioso que llenó el porche.


—Quiero abrir una cadena de restaurantes —anunció con entusiasmo—. 


Toshiro se permitió disfrutar del bocado que su hermano le ofreció, sintiendo cómo el sabor se desplegaba en su paladar. El viento trajo consigo el aroma de la cocina, mezclando tradición y promesas de futuro.


—Estás en el camino correcto —afirmó Toshiro.


En el fondo de su corazón, Toshiro sabía que ayudarlos era lo correcto. Juan Sánchez había adoptando a los sobrinos que tenía como hijos propios, y Toshiro estaba decidido a hacer algo parecido por sus hermanos.

Horas después: 

La mesa del comedor estaba elegantemente dispuesta, adornada con vajillas de porcelana fina y una mezcla de platillos exquisitos que reflejaban la habilidad culinaria de los hermanos de Toshiro. El aroma del arroz recién cocido y el pescado a la parrilla llenaba la estancia, mientras las luces cálidas del candelabro creaban un ambiente acogedor. La familia se reunió alrededor de la mesa, el suave murmullo de las conversaciones mezclándose con el tintineo de los cubiertos.


El padre de Toshiro, quien había llegado esa mañana, estaba sentado al final de la mesa, su rostro surcado por las huellas de una vida dura. Su aspecto desaliñado contrastaba con la elegancia del comedor. Había aceptado la comida sin mucho entusiasmo, y ahora, con una copa de sake en la mano, observaba a Toshiro con una mezcla de expectativa y desdén.


—Toshiro —dijo el padre, su voz áspera cortando el bullicio del almuerzo—, ¿cuánto planeas regalarme para ayudar a tus hermanos?


El tono de la pregunta se deslizó en el aire, el silencio que siguió al enunciado se volvió denso y palpable. Toshiro, que estaba sirviendo una porción de sashimi, detuvo su mano en el aire, el cuchillo quedando suspendido a mitad de camino. Miró a su padre, sintiendo cómo un frío incómodo se asentaba en su pecho.


—Nada —respondió Toshiro, su voz firme pero sin rastro de arrogancia—. No pienso darte dinero. Mis hermanos serán apoyados directamente.


El padre frunció el ceño, sus ojos se llenaron de una rabia que parecía calcinarse desde lo más profundo de su ser. La tensión en el aire se volvió casi tangible, mientras el padre dejaba caer su copa de sake, derramando el líquido oscuro sobre el mantel.


—¡¿Qué dices?! —gritó, su voz resonando en el comedor y enviando ondas de vibración por las paredes— ¡Eres un malagradecido! ¡No tienes ni idea de lo que pasamos!


Las palabras de su padre fueron como un golpe directo. El sonido del cristal rompiéndose y el ruido de la comida cayendo al suelo añadieron una sensación de caos a la escena. Los hermanos de Toshiro se miraron entre sí, sus rostros reflejando sorpresa y desconcierto.


Toshiro se levantó lentamente de su asiento, sus movimientos eran medidos pero cargados de una tensión palpable. El contraste entre la calma en su rostro y la furia en su interior era evidente. La mesa temblaba ligeramente bajo la fuerza de su decisión. La luz de las lámparas se reflejaba en su piel, dándole un brillo casi etéreo que acentuaba la gravedad del momento.


—Nadie gritará en mi casa —dijo Toshiro, su voz resonando con una autoridad que desbordaba la tranquilidad de antes. Su tono era firme, una declaración clara de su autoridad y su deseo de mantener el orden y el respeto en su hogar.


El padre se quedó en silencio, sus ojos abiertos en una mezcla de sorpresa y frustración. El calor de la comida que aún estaba en la mesa parecía intensificarse, mezclándose con el calor emocional del momento. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Ramsung galactic, capitulo 1.

La hermandad de la piedra, capitulo 4.

La hermandad de la piedra, el final.