El reciclador, capitulo 1.

Inspirado en la vida de Brandon Gandarilla.

En medio del vasto océano, donde las olas azotan las costas con ferocidad y el viento susurra secretos ancestrales, se encuentra un lugar olvidado por el tiempo y la humanidad: la isla basura.


Hace décadas, se acordó  ceder este remoto islote a Estados Unidos como un lugar de disposición de desechos. La isla, una vez deshabitada y prístina, se convirtió en un vertedero a cielo abierto, un santuario para la basura que la civilización moderna producía en cantidades abrumadoras.


A medida que los barcos cargados de desperdicios llegaban a la isla basura, el paisaje idílico se transformaba en un panorama desolador de montañas de desechos y residuos tóxicos. La tierra, antes fértil y virgen, se veía ahora sofocada por plásticos, metales oxidados y sustancias químicas nocivas.

En el presente:

En el interior de una casa que denotaba gran pobreza, dos figuras yacían sobre un viejo colchón desgastado. La madre, con el rostro marcado por la fatiga y el esfuerzo constante, descansaba junto a su esposo, cuyo semblante estaba impregnado de preocupación y resignación. Sus cuerpos delgados y desnutridos evidenciaban años de lucha contra la adversidad en la isla basura, la única comunidad donde residían.

La madre, de tez morena y cabello enmarañado, tenía los ojos cansados pero llenos de determinación. Su rostro mostraba arrugas prematuras, resultado del constante estrés y la falta de recursos. A pesar de todo, irradiaba una calidez maternal que contrastaba con el entorno desolador.


El padre, también asiático y con rasgos marcados por la fatiga, emanaba una sensación de derrota, aunque sus ojos oscuros aún guardaban un destello de esperanza. Su cuerpo encorvado reflejaba los años de trabajo agotador en la isla basura, donde el reciclaje era la única fuente de sustento para la comunidad.


Thoma, de apenas cinco años, se acercó con timidez hacia sus padres. Con su rostro mostraba una astucia impropia de su edad, pero sus ojos brillaban con curiosidad. Su mente inquisitiva y creativa prometía un futuro lleno de potencial.-papá, mamá, quiero construir un ventilador". Aunque el padre refunfuñaba por la idea de emprender una tarea más en medio de su lucha diaria por sobrevivir, "ve y juega con el niño"-dijo la madre.

Horas después:

Thomas y su padre se hallaban en el techo de la casa ya habiendo recolectado todos los objetos necesarios, el padre unia las hélices de plástico y otros objetos como Thomas lo indicaba, el niño con una mente prodigiosa, estaba inmerso en una revista de mecánica popular. A pesar de su corta edad, absorbía cada palabra con avidez, sus ojos brillaban con fascinación mientras seguía las instrucciones detalladas que la revista proporcionaba. Sus pequeños dedos, ágiles y precisos, pasaban las páginas con destreza, buscando la siguiente pieza de información que necesitaba.

Thomas, con su mirada concentrada, levantaba la vista de la revista de vez en cuando para dirigirse a su padre. Sus palabras eran claras y precisas, guiando a su padre a través del proceso de construcción del ventilador mecánico. La expresión en su rostro era de determinación, su mente trabajando a toda velocidad mientras visualizaba cada paso con claridad cristalina.

Horas después:

El padre contemplaba maravillado el resultado de su labor junto a Thomas. Un abanico ingeniosamente construido estaba instalado en el interior de la humilde casa, conectandolo mediante una banda a un abanico en el techo que giraba gracias al aire y cuya rotación era transferida al ventilador. La madre, con los ojos llenos de asombro, se acercó para examinar el artefacto con admiración.


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