La reina del norte, capitulo 1.

 La ciudad de Catemaco se despliega ante una mujer a través del parabrisas de su automóvil viejo, una reliquia metálica que ha resistido los embates del tiempo. Sus manos, cuyos nudillos muestran cicatrices de antiguos percances, se aferran al volante con firmeza mientras avanza por la carretera serpenteante que atraviesa el paisaje verde y exuberante de Veracruz.


La joven mexicana, llamada Marisol de la vega, de apenas dieciocho años, tiene el cabello oscuro como el azabache, que ondea libremente al viento que se cuela por las ventanas semiabiertas. Su rostro está marcado por la determinación y una pizca de desafío, reflejando la carga de responsabilidad que lleva sobre sus hombros. 

Viste con sencillez, pero cada prenda cuenta una historia. Un suéter desgastado por el uso y unos jeans descoloridos muestran las huellas del tiempo y las batallas cotidianas. 

El sol del mediodía baña la carretera en una luz dorada y cálida, filtrándose a través de las hojas de los árboles que bordean el camino. El aire está impregnado con el aroma fresco de la vegetación tropical y el suave murmullo del viento. El sonido distante de los pájaros y el zumbido ocasional de los insectos llenan el ambiente con una melodía natural y tranquilizadora.

La carretera se extiende ante ella como un lienzo en blanco con dos arroyos en los laterales, esperando ser llenado con las aventuras y desafíos que aguardan en el horizonte. 

Marisol observa por la ventana del automóvil una laguna tranquila y serena, cuyas aguas reflejan los rayos del sol con un brillo plateado. El aroma fresco del agua impregna el aire, mezclándose con el dulce perfume de las flores silvestres que crecen en sus orillas. Al mirar fijamente la laguna, los recuerdos comienzan a fluir en la mente de Marisol como un río caudaloso. 

Analepsis:

Marisol, una joven de quince años, se encuentra cómodamente sentada en el lujoso interior de una reluciente camioneta, rodeada por el aroma a cuero fino que impregna los asientos. Su cabello oscuro y brillante cae en cascada sobre sus hombros, enmarcando un rostro juvenil pero lleno de determinación y curiosidad. Sus ojos marrones, llenos de vida y chispa, reflejan la emoción de estar junto a sus padres en una de sus habituales salidas familiares. La ventana izquierda de la parte trasera de la camioneta, dónde ella se hallaba, estaba abierta, a diferencia de la de sus padres.


En la parte delantera de la camioneta, su padre, un hombre distinguido y elegante, irradia confianza y seguridad. Viste un traje impecable y lleva un aroma a colonia de alta gama que se mezcla sutilmente con el aire acondicionado del automóvil. 

En el asiento del conductor se encuentra la madre de Marisol, una mujer de belleza serena y radiante, cuyos ojos verdes brillan con ternura y compasión. Su cabello negro cae en suaves ondas alrededor de su rostro, enmarcando una sonrisa cálida y acogedora. Su perfume floral envuelve el habitáculo de la camioneta. A través de las ventanas tintadas del automóvil, Marisol observa el paisaje urbano que se despliega ante ellos, con rascacielos que se alzan hacia el cielo y luces brillantes que destellan en la distancia. 

La sensación de caída libre se apodera de Marisol cuando la camioneta se voltea violentamente, girando sobre sí misma en un torbellino de movimiento descontrolado. El mundo se vuelve un remolino de colores y formas borrosas mientras el interior de la camioneta se convierte en un caos de objetos volando por el aire.

El viento silba en sus oídos mientras la camioneta da vueltas en el aire, arrastrando consigo el grito de los ocupantes y el chirrido de los frenos que luchan por detener el vehículo. El impacto final contra el suelo es como un golpe sordo que sacude cada fibra de su ser, dejando a Marisol aturdida y desorientada en la oscuridad que la rodea.

El sabor a metal y tierra llena su boca cuando Marisol abre los ojos y se encuentra tendida en el techo de la camióeta que ahora estaba invertida, el sabor de la sangre en su lengua un recordatorio crudo de la violencia del accidente. Los padres

Madre: ¡Marisol, corre! ¡Escapa ahora mismo! ¡La camioneta va a explotar!

Marisol obedece a su madre y sale por la venta abierta  de la camioneta justo cuando comienza a escuchar el chisporroteo de los cables eléctricos y el crujido de metal caliente. La madre y el padre intentan abrir las puertas, pero el tiempo es insuficiente, se quedan adentro mientras la camioneta estalla en una llamarada brillante.

El estruendo ensordecedor de la explosión sacude el aire, sacando a Marisol de su aturdimiento mientras se encuentra en el exterior de la camioneta. El sonido retumba en sus oídos como un trueno cercano, envolviéndola en una cacofonía de caos y destrucción.


El intenso calor del fuego la envuelve, abrasando su piel y dejando un regusto amargo en el aire. El olor acre del humo y la gasolina quemada penetra en sus fosas nasales, haciéndola toser y luchar por respirar en medio del caos.


Los destellos de luz naranja y roja iluminan el paisaje nocturno, proyectando sombras danzantes sobre los árboles y el suelo circundante. La visión es borrosa y distorsionada por el humo y las llamas, pero Marisol logra distinguir el contorno oscuro de la laguna a su izquierda.


Sin tiempo para pensar, siente una fuerza poderosa empujándola hacia adelante, lanzándola al vacío con un grito ahogado en sus labios. El agua fría y oscura de la laguna la envuelve, sumergiéndola en un abrazo frío y acogedor que contrasta con el calor infernal que acaba de experimentar.


Burbujas de aire se escapan de sus labios mientras lucha por mantenerse a flote en medio del agua turbulenta. El sonido del chapoteo se mezcla con el eco lejano de la explosión.


A medida que la adrenalina comienza a disminuir, Marisol se da cuenta de la magnitud de la tragedia que acaba de presenciar. Las lágrimas se mezclan con el agua salada de la laguna mientras procesa el hecho de que ha perdido a sus padres en un abrir y cerrar de ojos, dejándola sola y desamparada en medio de la oscuridad y la incertidumbre.

En la oscuridad que envuelve la laguna, Marisol yace inconsciente, su cuerpo flotando en la superficie del agua como una hoja a la deriva. El susurro suave de la brisa nocturna se mezcla con el suave murmullo del agua. La niña es repentinamente cubierta por una sombra.

Fin del analepsis.

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