Ramsung galactic, capitulo 2.

 En el amanecer de un día tranquilo, dos semanas después de la misteriosa pérdida del "Ramsung Galactic", la playa se despierta, El aroma fresco del mar impregna el aire, mezclándose con la brisa salada que acaricia la piel de los pepenadores. El susurro constante de las olas rompiendo en la orilla crea una melodía de fondo que resuena en sus oídos mientras trabajan.


Bajo el sol matutino, la arena cálida y suave se extiende ante ellos, acariciando sus pies descalzos. El crujido ocasional de las conchas rotas se suma a la sinfonía bajo sus pisadas, recordándoles la naturaleza efímera del océano. Las gaviotas danzan en el cielo, emitiendo llamadas agudas que se entrelazan con el suave murmullo del agua.


Las latas abandonadas, frías al tacto, yacen dispersas por la playa, creando un tapiz metálico que contrasta con la suavidad de la arena. Los pepenadores, con guantes gastados, sienten la textura áspera de las latas mientras las recogen, conscientes del sonido metálico que emana con cada movimiento. La vista se ve inundada de destellos de aluminio, reflejando la luz del sol como pequeños fragmentos de un tesoro desechado.

una gaviota majestuosa desciende desde el cielo despejado, sosteniendo en sus garras el "Ramsung Galactic". El aparato resplandece débilmente, revelando circuitos interiores a través de su carcasa resistente al agua. En un instante dramático, la gaviota suelta su inusual carga, y el dispositivo aterriza con un suave chapoteo en la orilla del mar.


Juan Pérez, un pepenador curtido por el sol, se encuentra cerca, sus manos hábiles moviéndose con destreza entre las latas. El sonido metálico de su tarea se ve eclipsado por el sutil susurro del viento y las olas. El aroma salado del mar se intensifica, impregnando el ambiente con la frescura característica de la costa.


Mientras la gaviota se eleva nuevamente, revela a Juan Pérez, un hombre de piel morena marcada por años de exposición al sol. Su rostro está surcado por líneas de experiencia, cada arruga contando historias de días pasados en la playa. El sol refleja destellos dorados en su cabello oscuro y rizado, mientras las gotas de sudor se deslizan por su frente, llevando consigo el esfuerzo de su labor matutina.


Viste una camiseta desgastada y unos pantalones de mezclilla gastados, testigos mudos de su rutina diaria. Los guantes, ásperos por el uso constante, protegen sus manos mientras se sumerge en la colección matutina de tesoros abandonados. El sonido de sus pasos sobre la arena húmeda se mezcla con el murmullo del mar, creando una sinfonía natural que acompaña la revelación del "Ramsung Galactic", un objeto fuera de lugar en su humilde entorno.

La textura fresca y ligeramente húmeda del dispositivo contrasta con la aspereza de sus guantes, creando una sensación táctil intrigante. Mientras lo levanta, una suave brisa marina acaricia su rostro, llevando consigo el aroma persistente del océano.


La luz del sol baila sobre la pantalla del "Ramsung Galactic", destellando de manera intermitente, revelando sus circuitos internos en una danza de destellos efímeros. Los sonidos distantes de las olas rompiendo en la orilla se mezclan con el suave murmullo de conversaciones entre los pepenadores cercanos, creando una sinfonía ambiental que acompaña la revelación del misterioso dispositivo.


Intrigado, Juan Pérez se acerca a sus compañeros pepenadores, cuyas manos hábiles trabajan incansablemente entre las latas. El sonido metálico de las latas chocando y el crujido de la arena bajo sus pies se fusionan con la curiosidad palpable en el aire. Al acercarse, percibe el olor a salinidad en sus compañeros, mezclado con el ligero perfume de detergentes baratos impregnados en sus ropas.

Juan Pérez, con el "Ramsung Galactic" en sus manos, se acerca a un compañero pepenador llamado Carlos, un hombre de estatura media con cabello grisáceo y una barba descuidada que le otorga un aire de sabiduría. Su camiseta desgastada y sus manos callosas son testigos de innumerables jornadas en la playa.


Juan: ¡Carlos! Mira lo que encontré, está encendido, parece que funciona.


Carlos, levantando la vista de su labor, observa el dispositivo con curiosidad.


Carlos: (sonríe) Ah, sí. Ese aparato es de los ricos. Tienen toda clase de funciones extrañas.


Juan: ¿De verdad? ¿Cómo se carga esto?


Carlos: (rascándose la cabeza) Bueno, Juan, aquí está la cosa. Estos aparatos de gente adinerada no necesitan cargarse. Tienen una especie de "batería infinita".


Juan, con cejas fruncidas, muestra su desconcierto.


Juan: ¿Batería infinita?


Carlos: (asintiendo) Sí, sí.  no necesitan enchufarse ni nada. Se recargan por sí mismos, como magia. No sé cómo lo hacen, pero así es.


Juan, incrédulo, examina el dispositivo en sus manos.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Ramsung galactic, capitulo 1.

La hermandad de la piedra, capitulo 4.

La hermandad de la piedra, el final.